David Alonso De la Cruz

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domingo, 7 de junio de 2009

Otro cuento que atrevo publicar aquí a pedido de mis lectores.

Amar no es un delito


- Podrás engañar a cualquiera, menos a tu conciencia.-

“Mientras hablaba en las sombras, le acarició las pelusas de seda de los brazos, el vientre evasivo, y cuando sintió que la tensión había cedido hizo un primer intento por levantarle el camisón de dormir, pero ella se lo impidió con un impulso típico de su carácter. Dijo: Yo lo sé hacer sola. Se lo quitó, en efecto, y luego se quedó tan inmóvil, que el doctor Urbino hubiera creído que ya no estaba ahí, de no haber sido por la resolana de su cuerpo en las tinieblas. Al cabo de un rato volvió a agarrarle la mano, y entonces la sintió tibia y suelta, pero húmeda todavía de un rocío tierno. Permanecieron otro rato callados e inmóviles, él acechando la ocasión para el paso siguiente, y ella esperándolo sin saber por dónde, mientras la oscuridad iba ensanchándose con su respiración cada vez más intensa. Él la soltó de pronto y dio el salto en el vacío: se humedeció en la lengua la yema del cordial y le tocó apenas el pezón desprevenido y ella sintió una descarga de muerte, como si le hubiera tocado un nervio vivo........ Entonces él supo que le había doblado el cabo de la buena esperanza, y le volvió a coger la mano grande y mullida, y se la cubrió de besitos huérfanos, primero el metacarpo áspero, los largos dedos clarividentes, las uñas diáfanas, y luego el jeroglífico de su destino en la palma sudada. Ella no supo cómo fue que su mano llegó hasta el pecho de él, y tropezó con algo que no pudo descifrar. Él le dijo: Es un escapulario. Ella le acarició los vellos del pecho, y luego agarró el matorral completo con los cinco dedos para arrancarlo de raíz. Más fuerte, dijo él. Ella lo intentó, hasta donde sabía que no lo lastimaba, y después fue su mano la que buscó la mano de él perdida en las tinieblas. Pero él no se dejó entrelazar los dedos sino que la agarró de su cuerpo y con una fuerza invisible pero muy bien dirigida, hasta que ella sintió el soplo ardiente de un animal en carne viva, sin forma corporal, pero ansioso y enarbolado. Al contrario de lo que él imaginó, incluso al contrario de lo que ella misma hubiera imaginado, no retiró la mano, ni la dejó inerte donde él la puso, sino que se encomendó en cuerpo y alma a la Santísima Virgen, apretó los dientes por miedo de reírse de su propia locura, y empezó a identificar con el tacto al enemigo encabritado, conociendo su tamaño, la fuerza de su vástago, la extensión de sus alas, asustada de su determinación pero compadecida de su soledad, haciéndolo suyo con una curiosidad minuciosa que alguien menos experto que su esposo hubiera confundido con las caricias. Él apeló a sus últimas fuerzas para resistir el vértigo del escrutinio mortal, hasta que ella lo soltó con una gracia infantil, como si lo hubiera tirado en la basura.
- Nunca he podido entender cómo es ese aparato – dijo.
Entonces, él se lo explicó en serio con su método magistral, mientras le llevaba la mano por todos los sitios que mencionaba, y ella se la dejaba llevar con una obediencia de alumna ejemplar. Él sugirió en un momento propicio que todo aquello era más fácil con la luz encendida. Iba a encenderla, pero ella le detuvo el brazo, diciendo: Yo veo mejor con las manos. En realidad quería encender la luz, pero quería hacerlo ella y sin que nadie se lo ordenara, y así fue. Él la vio entonces en posición fetal, y además cubierta con la sábana, bajo la claridad repentina. Pero la vio agarrar otra vez sin remilgos el animal de su curiosidad, lo volteó al derecho y al revés, lo observó con un interés que ya empezaba a parecer más que científico, y dijo en conclusión: Cómo será de feo, que es más feo que lo de las mujeres. Él estuvo de acuerdo, y señaló otros inconvenientes más graves que la fealdad. Dijo: Es como el hijo mayor, que uno se pasa la vida trabajando para él, sacrificándolo todo por él, y a la hora de la verdad termina haciendo lo que le da la gana. Ella siguió examinándolo, preguntando para qué servía esto, y para qué servía aquello, y cuando se consideró bien informada lo sopesó con las dos manos, para probarse que ni siquiera por el peso valía la pena, y lo dejó caer con un esguince de menosprecio.
......... Al amanecer, cuando se durmieron, ella seguía siendo virgen, pero no habría de serlo por mucho tiempo. La noche siguiente, en efecto, después de que él le enseñó a bailar los valses de Viena bajo el cielo sideral del Caribe, él tuvo que ir al baño después que ella, y cuando regresó al camarote la encontró esperándola desnuda en la cama. Entonces fue ella quien tomó la iniciativa, y se le entregó sin miedo, sin dolor, con la alegría de una aventura de alta mar, y sin más vestigios de ceremonia sangrienta que la rosa del honor en la sábana. Ambos lo hicieron bien, casi como un milagro, y siguieron haciéndolo bien de noche y de día y cada vez mejor en el resto del viaje, y cuando llegaron a La Rochelle se entendía como amantes antiguos.”


De repente un ensordecedor chillido de neumáticos sobre el asfalto de la avenida La Marina, lo desencajo de la lectura del libro de García Márquez. Con la premura de la frenada, con las justas tuvo tiempo de ver por el parabrisas delantero quebrado del conductor que ya hacía rato manejaba raudo por toda la venida como loco conductor sicópata, hasta que los imprudentes peatones pugnaban por cruzar esa parte de la avenida del centro comercial en San Miguel, lo cogió infraganti y temerario. Sin embargo, fue la oportuna intervención de un joven con su perro blanco como la nieve que le salvó de ser atropellado a un distraído pero bien confiado turista, el viejo barbudo y larguirucho extranjero se cayó encima de una asustadiza peatona que al gritar de susto, todas sus cosas se desparramaron sobre la pista central, en su nerviosismo y agradecimiento al joven héroe, no se dieron cuenta del caos y confusión ambos cogieron diferentes bolsos que tenían la misma tonalidad de color oscuro, contra lo que pensaba, se marcharon cada uno por su lado, ya que aún seguía el atolladero de buses en ese crucero del centro comercial.
Él que durante su permanencia en Europa, y estando poco tiempo en París siguiendo de manera paralela su entusiasmo por la literatura latinoamericana, a su regreso a Lima, opto por un cachuelo que le consiguió un viejo amigo, en la Alianza Francesa, y ahí se dirigía él con sus manojos de libros y leyendo la narración de la obra de Gabo. Hasta el momento de aquél accidente que menos mal no acabo en desgracia por la valentía de aquel joven con su bello ejemplar canino.
Ese jueves, sin embargo le dejaría marcado de por vida.
El verano se precipitó aquella tarde repentinamente. Hacia buen tiempo que dictaba clases de literatura clásica en la Alianza francesa. Ese día a la salida del local, la tarde tibia y sosegadamente insospechada le había hecho sacarse la corbata. Ya había recorrido un buen trecho de su taciturna caminata diaria por la avenida Arequipa, llevando consigo anotaciones y los ensayos de sus alumnos. A pesar del tranquilo sentimiento húmedo que abigarraba el recuerdo de la imagen clara de Gabriella recitando los poemas de Borges. Aquella tarde en que el verano abrazó las parduscas calles de Lima, tuvo que caminar el resto del trecho que faltaba para coger su colectivo que le llevara de regreso a casa por la avenida La marina. Llevaba puesto los recuerdos frescos de ella, y él evadiéndolos a mil y el montón de anotaciones y separatas impresas tapándose el prominente bulto entre su pantalón ante la evidente provocación indomable al evocar la forma como leía a Borges; Gabriella.
- “sólo, una cosa no hay. Es el olvido. / Dios, que salva el metal, salva la escoria/ y cifra su profética memoria/ las lunas que serán y las que han sido.
Estaba allí reluciente como una diosa coqueta que blasfema contra la conciencia, jugando a perturbar los laberintos del conocimiento, y yo, que debería estar atendiendo a mis alumnos, me quedaba perplejo y feliz, atento cada palabra que emanaba de esa boca formada por unos labios de frambuesa en plena primavera Turca.
- “Ya todo está. Los miles de reflejos/ que entre los dos crepúsculos del día/ Tu rostro fue dejando en los espejos/y los que irá dejando todavía.”
La contemplaba desde el escritorio, ella parada en el centro del aula, y me sentía sin aliento, desfallecido, sepultado cien mil veces y vuelto a la resurrección tan sólo para ver y escuchar la manera tan lúdica que solía leer el “Everness” de Borges, ya después descubriría que Gabriella guardaba dos mil maneras de leer y recitar a Borges, con la pureza y flexibilidad musical habida en su timbre de voz armónica que ningún mortal jamás habría presenciado antes. Me preguntaba mientras ella estaba allí parada frente a los alumnos, ¿En qué tranvía ovárico la había visto a esta bella mujer?
- “Y todo es una parte del diverso/ Cristal de esa memoria, el universo;/ no tienen fin sus arduos corredores”
Y ese fue el comienzo. Gabriella era ciertamente una muchacha locuaz pero a pesar de todo ocultaba su timidez e inseguridad, había tomado las clases tan sólo para desenvolverse con aplomo en el tema literario, es lo que más le atraía de la literatura francesa e inglesa. Aún así, la carrera que estaba estudiando no iba con su carácter afable y condescendiente. Una cierta ambigüedad le recorría el alma. Su rubor característico se hacía notar más sobre ella, cada vez que los chicos corrían detrás de ella abobados por su atrayente magnetismo sensual, sin importarles que ella en un futuro inmediato se convirtiese en una flamante abogada, experta en leyes y códigos, defensora de los derechos para dedicarse enteramente a una buena causa. Pero en el fondo esperaba con inseguridad y llena de temores que algún día apareciera en su vida, un destino como Fiscal de la Nación; porque eso quería y anhelaban sus padres. Desde su tierna juventud la habían preparado concienzudamente su familia. Pero teniendo a su lado al hombre excepcional de su soñada vida tantas veces postergada.
- “Y las puertas se cierran a tu paso;/ sólo del otro lado del ocaso/verás los arquetipos y esplendores.”
Ella era todo un Boccato di cardinale. Había terminado de recitar el poema que eligió para esa ocasión, usualmente cuando hablaba, tartamudeaba de una manera apenas perceptible, debido a su timidez ante el público, pero cuando recitaba los poemas Borgianos o hablaba de Borges; qué maravilla de mujer, que locuacidad sublime, y la fonética aplicada hacia una delicia de mixtura en su entonación, tan exquisita en su pronunciación, emanaba una voz aterciopelada, me mojaba incómodamente en el momento inoportuno. La vi sin tapujos cuando regreso a su lugar; tenía las manos más bellas del planeta, y un garbo al caminar que ella si no derramaba lisuras, ella desparramaba groserías benditas al mover su derrier de esa forma perturbadora y sensual. Ella tenía un trasero de argentina, senos de italiana, boquita irlandesa y ojos de albaricoque y probablemente un coñito de tequila embriagante; inescrutable son los caminos del Señor. ¡Si Señor!. Me dije a mi mismo, mientras trataba de acomodarme la picha, sin que se dieran cuenta el resto de mis alumnos debajo del escritorio, que había despertado nuevamente ante el llamado de la reproducción. Ella estaba ya sentada, como siempre primera en su fila; mirándome con esos ojos verdes, tan verdes como las vastas llanuras del Highland Escocés.
No sé cómo, pero lo cierto fue que me encontraba al final de clases, invitándola a que viniera a mi departamento ese fin de semana, ya que deseaba presentarle a un grupo de amigos de tertulias; y que anhelaba que ella fuera la invitada de honor para leer y recitar así de esa manera que solo ella sabía manejar los versos de Borges. A lo que ella agradeció contentísima y radiante. No sé, puedes venir con Juan Muraña, las milongas de Manuel Flores, la fundación mítica de Buenos Aires, tema del traidor y del héroe, arte poética, al vino, con el duelo ò inclusive vente hasta con el Aleph, para verte también allí tendida sobre el sofá que había en el sótano, pues yo también tenía un desván, que había acondicionado para esos instantes de dulzura, allá abajo un colchón por descubrir todos los polvos del tiempo.
Al llegar a mi hogar, lo primero que hice fue llamar al flaco Franz y al intransigente de Javier para decirles que este fin de semana ni se asomaran por mi casa, pues tenía que hacer muchas cosas importantes. La pura verdad, es que ya los conocía desde la adolescencia; eran sólo unos irreverentes, sólo querían consumir lo que no querían pagar, y si de mujeres se trataban, ellos, estaban allí primero devorándose la propiedad ajena, cuál monopolista del mercado de la carne blanca. Porque Franz de seguro que quería invitarle un chute ò un paco de esos que conseguían en Larco Mar, y de seguro que ya lo estaría viendo, con la punta de la nariz blanca, descuidado dirigiéndose a ella; - ¡Oh my God esto sí que es vida! – Observándole como experto las curvas turgentes de sus senos y sus prominentes labios carnosos. O en todo caso al convenido de Javier, queriéndosela follar ni bien terminara de secarse todo el whisky de mi bar. Para luego eructar de seguro en la cocina mientras buscaba un plato de comida guardado del día de ayer, ni bien yo consintiera tras su sarcástica pregunta ya acostumbrada: ¿Amigo mío, podría tirarme a tu invitada de esta noche, es que ahora no tengo dinero para sacar a pasear a mi enamorada y hace tiempo que no la veo con Parodi, y tu amiga esta rebuena?.- ¡Y tu entiendes que yo no me aguanto!- Pero, te cagaste acaparador de mierda, por una vez en la vida dejaría de ser su chuchumequero. Esta noche sería compartida entre Gabriella y yo, celebraríamos esa noche los cien años del nacimiento de Borges, sería una gran noche de tertulia Borgiana y nadie se metería esta vez a aguarme mi reunión, ni tú ni Franz jugaran titeretambo esta vez. Así que esa noche me justifique, con una simple llamada a cada uno de ellos y les dije que no tenía dinero para financiar la juerga de ellos esa noche. Tendrían que ir a buscar al borracho e imbécil de Toño de la Torre y Lara sólo por ese fin de semana.
De modo que había llegado le grand moment. Les juro que cuando la vi parada en la entrada del pórtico, con una blusita celeste descotada y un jean tan ceñido debajo de la cadera que asfixiaba mi imaginación, ya mi mente se puso a tocar el “atomic” de Blondie, en versión mix extendida y con un vaso bien servido de vodka tónica.
Gabriella y no Gabriela como ella me rectificó la noche que se quedó conmigo, - si, Gabriella con doble “l”.- si, simplemente había llegado al colmo de la hermosura, era doblemente atractiva por donde se le mirase, a sus veintidós años de edad, era como para salir a pasear de la mano con ella por lo largo del Sena, no, toda ella, era para ser tumbada a contemplar la envidia del Sena; mientras sus largos cabellos castaños revoloteaban de seguro entre los lacios rayos del sol, queriéndose escapar del atrevimiento.
Te me apareciste así con tus sandalias blancas como tu alma, resaltando la blancura de tus pies desnudos, y sólo me mostraste tu libro que habías traído contigo. – No me importa, intenté decirte, échate ya pronto sobre el sofá y desabróchate la blusa- Pero no, no podía decírtelo, ni te escuché cuando me preguntaste por los otros invitados, yo sólo te miré como se mira el firmamento de Lunahuana y sonreí apresurado a decirte ¿Te parece que comiences la velada por recitar los versos titulados “otro poema de los dones”? Ni bien te serbia un vaso de whisky, ya te encontrabas toda predispuesta a leer como una niña de Humbert el poema solicitado. La lascivia empezaba a despertar por entre mis genitales calientes, cual Vesubio.
- “Gracias quiero dar al divino/ laberinto de los efectos y de las causas/Por la diversidad de las criaturas/Que forman este singular universo/Por la razón, que no cesará de soñar/Con un plano del laberinto/Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises/Por el amor, que nos deja ver a los otros/Como los ve la divinidad.”
Te observaba contra la intransigencia del tiempo, me miraste inmaculada. No, no por favor no te detengas, sigue leyendo. Cuando me acerqué detrás de ti, sabías que empezaba a excitarme del todo, y permitiste que te besara el cuello y lamiera con absoluta ternura la parte posterior de tu oreja derecha, te empecé a desabotonar la blusa, y ni te inmutaste, apenas podías leer el poema, un temblor me hizo recriminarte con dulzura; ¡Vamos mujer sigue leyendo el poema no te detengas, quiero oír tu melodiosa voz!. El sonido de los versos me endurecía la picha. ¿Acaso no la sientes dura queriendo acomodarse entre la hendidura profunda que se forma de tus erguidas nalgas sedientas de ser mancilladas?. Gabriella ante mi asombro seguía recitando los versos sin leer el libro:
- “Por el firme diamante y el agua suelta,/Por el àlgebra, palacio de precisos cristales,/Por las místicas monedas de Ángel Silesio,/Por Schopenhauer,/Que acaso descifró el universo,/Por el fulgor del fuego/Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,”
Hizo una pausa, sin detenerse en su arremetimiento contra mi verga y entre dulces vaivenes, me dijo, - Por favor pronuncia mi nombre completo, dime Gabriella Elizabeth, si, dilo…- Y me apretó los testículos con una perseverancia endemoniada. Sí, Gabriella Elizabeth, toda tú, doctora, mi doctora; ¡Que lastima que no seas doctora en males de amor!. Serías muy pronto una doctora en leyes, entendía y versada en la jurisprudencia, pero lo importante es que en esa cumbre innegable del tiempo, sin un pasado de por medio, te descubriste como mi doctora en sexo y hasta en la cama Gabriella Elizabeth Luyo Montero era tan bella, corriéndose sobre mi llano vientre velludo, sin dejarme un momento de suspiro glorioso.
- “Por la caoba, el cedro y el sándalo,/Por el pan y la sal,/Por el misterio de la rosa/Que prodiga color y que no lo ve,”
Así, así mi vida sigue leyendo pero no detengas el desenfreno que te humedece, te ayudé a desabotonarte el corpiño y quitarte la minúscula braga, -¿Puedo acariciar tu pubis rosado mientras lees?- Le pregunte mientras besaba su cuello, - ¡Bueno! – me dijo sin levantar la cabeza y sin detenerse en recitar los versos con los ojos bien cerrados. Al palpar su pubis y el roce delicado de su mata con mis firmes manos, rozando las carnosas desnudeces y ella empezando a interesarse en la turgencia de mi sexo encabritado, la penetré en una sola arremetida hasta lo más profundo de su vagina, era un rincón secreto y cálido, un espeso follaje vietnamita.
¡Pronuncia mi nombre! – Exclamo convulsionada, atreviéndose a quebrar el conjuro del poema, mientras cabalgaba sobre mí. – ¡shiss! No interrumpas los versos, sigue, sigue, sigue recitándolos…. – Le susurré al oído como el paciente al desfallecer en brazos de su médico de cabecera…
Iba a aclararme que lo de doctora era para cuando se graduara, pensando en detalles; pero no le deje que entrara en esas equivocaciones verbales ni tecnicismos universitarios, y cosas por el estilo ni mucho menos era el momento para dar explicaciones.
¡Ajústamelo, apriétamelo con tus labios, con el poder ardiente de tu vulva, apriétamelo! – Le exclamaba, pero en eso, ella soltó un ¡Ay! Interminable cargado de placer indescriptible, ¿Qué sucedió? Le pregunte sudoroso, - es que sentí un aguijonazo insoportable dentro de mi vagina que casi se me vienen cuatro orgasmos seguidos – Entonces, sigue recitándome los versos, sigue con esos versos vida de mi vida y hazme tocar el cielo. Después del riquísimo ¡Ay!, Gabriella intento coger el libro para seguir leyendo, a esas alturas ya no podía retener de memoria los versos, tampoco el libro:
- “Por ciertas vísperas y días de 1955,/ Por los duros troperos que en la llanura/arrean los animales y el alba,/Por la mañana en Montevideo,”
Parecíamos una pareja bailando un tango, la manera como se movía, ocupando todo el espacio de la alfombra al estirar sus gloriosas y bien contorneadas piernas que en momentos de paroxismo las entrelazaban como dos bambúes a orillas de un pantano tropical. Sus fricciones al ritmo de un tango perdido en los arrabales de la infamia y la lujuria, arremetían contra mi cuerpo, anhelando que te penetraran más de lo que el Dios falo podía otorgarle en tu nido húmedo convulsionado y danzante, estremecido al ritmo erótico boreliche.
- “Por el arte de la amistad,/Por el último día de Sócrates,/Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron/de una cruz a otra cruz,”
Cuando la seguía oyendo recitar, mientras se movía sentada sobre mi descomunal falo, consideraba a todos los que conocía como unos fracasados, incluyendo hasta los que habían tenido éxito en la vida de parejas en matrimonio sagrado. Meros parásitos que me aburrían hasta hacerme bostezar de solo imaginarlos en su lecho marital, que no era más que una mera cripta funeraria en pasiones idas.
- “Por aquel sueño del islam que abarco/ mil noches y una noche,/por aquel otro sueño del infierno,/De la torre del fuego que purifica/ y de las esferas gloriosas,/por Swedenborg,/Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,/Por los ríos secretos e inmemoriables/que convergen en mi,”
Y ahora de sólo haber escuchado aquél nombre escandinavo, entre sus quejidos abruptos, que me daban libertad y me colmaban de caprichos sexuales, en una insospechada gama de sensaciones, era como un rayo invisible que recorría mi nervudo pene hasta lo más alto de mi conciencia, y ella allí sumergida en sudores de desenfreno, apreciando por el espejo que enfrente nuestro estaba, como se devoraba el instrumento del placer humano dentro de su sediento coño. No había más remedio, en definitiva yo era su gaucho, ella la gloriosa pampa por conquistar en combate de placer redimido.
- “Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,/Por la espada y el arpa de los sajones,/Por el mar, que es un desierto resplandeciente/Y una cifra de cosas que no sabemos,/Por la música verbal de Inglaterra,/Por la música verbal de Alemania,/Por el oro, que rulambra en los versos,/Por el épico invierno,”
Ella seguía allí, pronunciando lo impronunciable del poema, que ya entre quejidos y gritos de placer se confundía con el regocijo de oírla recitar húmeda los versos de Borges - ¡Más!, grita más fuerte – Se lo repliqué, entre quejidos y susurros de placer indomables, los ayees de un reconfortante dolor interno le atravesaban el alma, ella seguía impertérrita aferrado al miembro, chorreada en líquidos sagrados, leyendo los versos argentinos, entre su tango y su fantasía compartida.
- “Por el nombre de un libro que no he leído: Gesta dei per Francos,/ Por Verlaine, inocente como los pájaros,/ Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,/ Por las rayas del tigre,/ Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,/ Por la montaña de Texas,/ Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral/ Y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,/ Por Séneca y Lucano, de Córdoba,/ Que antes del español escribieron/ Toda la literatura española,”
Yo era un ser afable, la gente en especial las mujeres siempre me habían considerado serio y de firmes decisiones, alegre e imprudente, sincero pero muy formal, descuidado muchas veces y despreocupado, pero eso si muy entrado en detalles para cuando una mujer se me abalanzaba para conquistarme con su dulzura. Ella era todo eso a la vez, y algo más, si ella se lo proponía. Sus largas piernas me sujetaban firmemente contra su cuerpo, la doctorcita leía y se movía mientras me sujetaba de sus caderas; la doctora, su tango y yo.
- “Por el geométrico y bizarro ajedrez,/ Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,/ Por el olor medicinal de los eucalipto,/ Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,/ Por el olvido, que anula o modifica el pasado,/ Por la costumbre, /Que nos repite y nos confirma como un espejo,”
Recordaba ahora que la tenue luz dibujaba su desnudez, lo suficiente para que pudiera leer mientras yo la contemplaba divino; todo aquél tiempo consumido y desperdiciado en tantas malas mujeres de esta urbe inmunda, y no la comparé porque sería degradar el momento apreciado, deduje entonces que si ya tenía “la bolsa”, conseguida por el bienestar del acobijamiento de una ciudad luz en la lejana Europa, entonces haber estado bien con ella así amarrado en carnes por el resto del tiempo que nos quedara en este mundo terrenal, desnudos las veinticuatro horas del día amándonos sin reparo, copulados hasta el paroxismo en que nuestras venas revienten de amor. O simplemente tomando un café exprés en la terraza del Trocadero, o acariciándole los prominentes muslos por debajo de la mesita en el Café La Choppe, mientras nos atendía el mozo.
Escalé con mi lengua sus rosados senos que se mantenían levantadas y rígidas cual montañas del oriente persa, ya no podía a esas alturas sujetar el libro que por tercera vez se le escapa de las manos, a duras penas leer los versos de memoria, en susurros discretos me ordenó que bajara por su vientre y bebiera de la fuente de la vida, del cáliz de vida, la fuente que guardaba el brebaje oculto entre sus pliegues pinks, que esa noche desvelaba ante mi estupor fresco; era un hombre bohemio consuetudinario con pasión de comerse todos los coños habidos y por haber, sin mediar raza o credo. Y en esa actitud media bohemia, me equivoque cuando quise poner a tientas, un casete de música clásica mientras me chupaba la nervuda verga, y le puse la cinta de una antigua amiga de correspondencias aéreas; Valeria, cuando me grabó sus vivencias eróticas, -¡Deja ahí!- me imploraste con interés y excitada aun por la curiosidad. Pero en pleno éxtasis, mi amiga de cartas se le ocurre hacer un comentario de lo menos oportuno en aquella grabación, que se nos vino un coito interruptus al cagarnos de la risa, por la graciosa forma en que se expresó la divertida y ocurrente Valeria. Pero, aun así, Gabriella me cogió la picha muerta de risa, y se la metió a la boca lamiéndola como se lame un helado de coco con almendras. Y la cinta que seguía sonando por la grabadora. Y ella, besando el prepucio y los contornos de mi macizo miembro, se acordó de los versos, cuando le llené la boca con la espumosa leche tibia, que emanaba del capullo que golosa seguía succionando y que ella linda, bebió hasta la saciedad.
- “Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,/ Por la noche, su tiniebla y su astronomía,/ Por el valor y la felicidad de los otros,/ Por la patria, sentida en los jazmines/ O en una vieja espada,/ Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,/ Por el hecho de que el poema es inagotable/ Y se confunde con la suma de las criaturas/ Y no llegará jamás al último verso/ Y varía según los hombres”·
Ella estuvo asombrada desde el principio hasta el final, santiguando el ambiente con su sudor, empapada con mis corridas consecutivas que trataban de igualarla en aquel combate singular. Gabriella Elizabeth, ¿Cuántos en tus clases de Derecho aéreo comercial en la San Marcos habrían estado volando en la imaginación onanistica con solo verte sentada escuchando las clases, al cruzar las piernas como sólo tú sabías hacerlo?. Las posibilidades y probabilidades de retenerte a mi lado eran remotas, pues la forma como te saciabas y relamías mis testículos y acariciabas con la punta de tu tibia lengua el miembro rojo, me hacía pensar que eras del mundo, que pertenecías a lo terrenal, pero no importaba ya; sería su esclavo. - ¿Quieres que siga leyendo los versos, o te sigo mamando la polla? – Te atreviste insinuante a preguntarme, no te respondí cuando te vi guiñarme el ojo, mientras comenzabas una vez más con el fellatio dulce y reconfortante, - Pero, mejor lees – Le dije no porque ya no podía continuar con el miembro turgente como su clítoris, sino porque le temía a que me mordiera el caramelo hinchado que tenía dentro de su boca, y además porque hablar con la boca llena es de mala educación. Y ella obediente reinicio la lectura, mientras con sus diestras manos me masturbaba con infinita locura:
- “Por France Haslam, que pidió perdón a sus hijos/ Por morir tan despacio,/Por los minutos que preceden al sueño,/ Por el sueño y la muerte,/Esos dos tesoros ocultos,/Por los íntimos dones que no enumero,/Por la música, misteriosa forma del tiempo.”
No fue la majestuosidad de sus manos, la imponente belleza de sus dedos moviéndose y friccionando mi erecto pene, lo que hizo que me corriera en un estallido portentoso, no. Fue oírla pronunciar los versos, el epígrafe, el orgasmo infinito, las campanadas de la Obertura 1812 de Tjajkovskij, la expulsión del liquido lechoso que cayó sobre el rostro de Gabriella Elizabeth, quien en medio de mi venida herculeana, descubrió mi talón de Aquiles al acariciarme con sus largas y bien cuidadas uñas la base de las peludas pelotas descargadas de todo efluvio balsámico que en ese instante le chorreaba por el rostro del cual ella sedienta relamía por entre las comisuras de sus labios el néctar de la pasión. Desfallecidos por el placer que me proporcionaba al sentir sus uñas recorres la inmensidad de mis porongos, pedí clemencia porque ya no podía mas, el poema había llegado a su fin, también. Nuestros corazones se llenaron de sangre que se volvía chocolate y un beso aterciopelado fue la rúbrica silenciosa.

Y los días que se fueron flotando con la cotidianidad, dejando de lado nuestras tardes que se convirtieron en prolongadas noches de fogosa entrega entre Gabriella Elizabeth y los versos de Borges, ya la sombra de la incertidumbre y la bruma ajena se nos vino a posar sobre el mismo ambiente que tantas veces antes había servido para grabar nuestra pasión incólume y desmedida. Llegando justo en el momento que jamás imaginé se presentaría, en el instante menos preciso y de la forma más ridícula, un día, ella llegó a casa temprano tras la postergada práctica con sus compañeros estudiantes en el palacio de Justicia.
-¿Qué te sucede? – Pregunté extrañado cuando la vi entrar pálida y evasiva.
-Tengo que decirte algo, cariño mío – Me respondiste sin mirarme a los ojos.
Traté de acertar con tu denotada preocupación de aquella tarde, - No me digas, ¿Estas embarazada?.
-¡No, cariño!
-Entonces, ¿Qué puede ser peor que eso?- Me miraste a los ojos y esta vez palidecí yo.
-¡Hay Gabriellita! Te dije que hoy no quiero torturas ni masoquismo! No al menos los jueves – Esto lo deduje ya que a ella se le notaba que estaba con ligero pues llevaba medias negras de nylon y calzaba los tacones altos que solía ponerse cuando se iba al palacio de Justicia y al regresar me quería sorprender con nuestros juegos sexuales que solíamos tener los jueves. Pero, ella ruborizada negó la probabilidad de su apetencia. Había algo más que eso en la preocupación de su tono de voz, tras el silencio frustrado, volví a interrogarla en un momento de pavor. Pensé en su devoción por nuestro compromiso de vivir juntos y la entera pasión que había en ello. -¡Y nuestro amor divino! ¿No que lo era? Le argumente insípido ante la evidencia.
-¡Eres casada! Y me lo tenias en secreto todo este tiempo o… ¿Seguro tu marido ya regreso de viaje?
-¿? –
Y ella que se empezaba a morderse las uñas tan bien cuidadas y a mover su pierna izquierda, con ese clásico tick nervioso que desvelaste debido a tu timidez en plenas sesiones de literatura argentina, cuando te paraste frente de la clase para leer por vez primera los versos benditos.
-Nada de eso cariño mío. Quiero decirte porque no deseo que pienses nada mal de mí.- Esta vez el nervioso era yo.
-Ya sé, no me digas; ¿Tienes un novio oficial y nunca me lo mencionaste? Ya empezábamos a desesperarnos ambos, se me agotaba la felicidad también.
-¿Puedes dejar que te explique, cielo mío? – Me senté, porque ahora a mi me comenzaba a temblar las piernas.
-Te soy fiel, papito lindo.- Ahora el intransigente era yo, no fue necesario tener valor para decirle, que ya lo sabía, acaso era con el amigo ese aquel que siempre te recogía de la universidad, ¿o no?, a lo mejor era con el morocho ese catedrático de la facultad, un triste abogado de pacotilla, ¿de donde era? ¿De la San Martin creo que me dijiste?- Bizcochito mío, tu bien sabes lo mucho que te amo, sólo te amo a ti, con él es diferente, sólo…..solo…. hubo un silencio cómplice… -¿Solo hay qué? – Y no me digas bizcochito, quise agregar, pero la vi tan infantil en medio de su fatalidad.
Por supuesto que me amabas a mí, y al otro… ¿Qué? – Mira, querido mío, yo siempre te voy a tener presente, lo que pasa es que es por mis estudios profesionales – Desde cuando el amor tenía que involucrarse con los estudios Universitarios, habiendo de por medio el futuro de nuestra entera dicha.
-Es que el decano, me ha prometido llevarme a trabajar a su estudio en el Palacio de Justicia y empezar a tener un sueldo y trabajo estable, desde ahora; y además lo nuestro es sexo – Querrás decir lo “suyo” de ustedes, ya me había lanzado la mortal bomba. Le deje que terminara de explicarme, me quería desmayar de amor corrupto, allí delante de ella, como para que le duela. Pero, ella siguió firme defendiendo su argumento pueril.
-Siempre pensaré en ti, además su “cosa” no me gusta, el tuyo es más bonito y gordito como un muñeco de goma de azúcar - ¡claro!- Y encima la sinceridad fulminante de ella, que me decía sin tapujos que ya se la había mamado al desgraciado decano de su facultad. Para eso están esos viejos verdes abogados, ven una bella mujer con ganas de superarse y formarse una vida segura y ellos allí aparecen como lobos hambrientos, mascullé. Me controlé, porque siempre sabía dominar mis emociones cuando se veían pisoteadas, era algo a lo que ya me había acostumbrado; sólo le pregunté sin querer otorgar ningún favor ni beneficio de perdón. –Pero, ¿Cómo no era yo el que te hacía correrte miles de veces en una sola arremetida, con mi….cómo fue que dijiste, muñeco de mazapán, creo?- Yo que te había desvelado los sabores dulces del placer, ella que contentísima y golosa perfecciono el succionar del instrumento de su felicidad, hasta dejarlo seco y medio muerto de satisfacción. Si, al menos fuiste sincera, pero ya era notoria tu traición, yo seguía sin entender nada o al menos me resignaba a no querer comprender todo lo que me habías revelado con tu sinceridad desastrosa esa tarde.
Y quien iba a imaginar que en esa misma noche abortada, minutos más tarde apareció en mi dormitorio, desnuda con una tranquila valentía y la certeza del poder de su carne que no le borraron los severos chupetes que marcaban su infidelidad sobre su vientre, pubis y pierna izquierda, sobre el torso de su muslo, la zona más encantadora que yo tanto apetecía y no pude, créemelo perdonártelo. Tu, empezabas a venir oliendo a otro hombre, marcada en expedientes guardados en polvorientos escritorios, folios amarillentos, documentos traspapelados, el polvo de la madera vieja que se adhería sobre tu piel revolcada en antiguas casonas apolilladas, como tu conciencia y me decías que yo tenía la culpa de tu interés desmedido por el sexo, como para justificarte de tu actitud incondicional. -¿Cómo? ¿Acaso no era sólo para conseguir una plaza en el poder judicial, ò ya se la estabas mamando a toda la Fiscalía?
Me quisiste recitar el poema “Browning resuelve ser poeta” y en ese instante yo sólo quería resolver el no aborrecerte sin escarnio. - ¿Qué sucedió entre nosotros?- Acaso nuestros pecados inminentes tenían que ser compartidos con un tercero. –Es que no hay un tercero; nene, simplemente que ya le había prometido a mi decano que sería suya en su despacho, hasta que su esposa retornara del Brasil, para evitar que su esposa se dé cuenta del acto. Con la mirada buscabas el libro de poemas de Borges, mientras te quitabas la bata de seda astutamente y muy lentamente la braga de encaje negro, te quedaste en portaligas y las medias que dibujaban tus muslos a la perfección, con esos zapatos de charol de tacones alto que bien juraste los usabas solo para excitarme la conciencia. Y con ese cuerpo monumental desvelado, te plantaste sugestivamente con el libro abierto también, a quererme leer el poema que habías seleccionado con tanto ahincó, como si nada de todos esos acontecimientos me los hubieses revelado con esa sinceridad tan peculiar en ti.
-“Por estos rojos laberintos de Londres/ descubro que he elegido/ la más curiosa de las profesiones humanas,/ salvo que todas, a su modo, lo son.”
Y ahora, ¿Quién podía poner pare a su sensualidad? Querías que te acariciara el clítoris, que pellizcara tus tiesos pezones que se erguían como lanzas con mortal veneno de amor. Pero, no me deje llevar esta vez por la desmedida belleza de tu desnudes y por la exquisita entonación en tu timbre de voz adormilada, ni mucho menos por tus anchas caderas de amazona y tus frescos hombros de quinceañera o peor aún por el perfume encantado que emanaba de tu pubis dorado.
-“Como los alquimistas/ que buscaron la piedra filosofal/ en el azogue furtivo,/ haré que las comunes palabras / naipes marcados del tahúr, moneda de la plebe / rindan la magia que fue suya”

Ya todo estaba dado, incluyendo el crimen perfecto que habías cometido contra mis emociones, pues todo lo que imaginé no fue más que meras especulaciones confirmadas, una vez más pude darme cuenta que todas las mujeres al final son una misma; y que Gabriella Elizabeth era todas ellas personificada.
Huí lejos del departamento, salí sin llevar nada consigo, sólo quise escapar de la vida, hasta que no pudiera oír más su melodiosa voz y caer redimido ante la tentación de su tango que solíamos bailar entre sábanas, de esa forma tan perturbadora mientras leía a Borges. Quería que el mundo se ausentará por un largo silencio para que me ayudase a comprender mi equivoco proceder, solo, una idea firme latía dentro de mi; vagaría de seguro hacia el sur, en busca esta vez de la brevedad eterna.

martes, 19 de mayo de 2009

Lo nuevo de PET SHOP BOYS..(calientito hermanito, yo nunca te he fallado!)

Vuelve el dúo más universalmente británico, el encargado de elevar el pop de sintetizadores a lo más alto de las listas del mundo entero. Vuelven Pet Shop Boys. Cuando se cumplen 25 años desde que el grupo arrasara con su imborrable primer single, West end girls, Neil Tennat y Christopher Lowe publican Yes (EMI), su décimo trabajo. 25 años, diez discos. Dos cifras redondas para un álbum más luminoso que nunca. En Yes, los chicos de la tienda de mascotas han dejado de lado toda filiación política, aquélla que se hizo más evidente en Fundamental (2007) para entregar un álbum hedonista que encandilará a sus seguidores de toda la vida.

Los británicos Pet Shop Boys lanzaron el pasado mes de marzo Yes (EMI) su décimo y más esperado trabajo. El dúo volvió a impresionar al mundo con su pop bailable y canciones como Love Etc, Beautiful People y Over the World 25 años después de aquel inolvidable West End Girls.Ahora, Neil Tennat y Christopher Lowe presentan oficialmente en España el segundo single del álbum, el pegadizo Did You See Me Coming?, cuyo videoclip en formato HD, lo publico en exclusiva en mi blog durante todo el día de hoy. Una película sobria, adornada con motivos geométricos y un estribillo con garra. Pet Shop Boys presentarán Yes en directo en España el próximo verano con sendas actuaciones en Barcelona (7 de julio, Poble Espanyol) y Madrid (8 de julio, Palacio Vistalegre). Las entradas ya estan en venta, para los suertudos españoles. Hasta entonces, habrá que disfrutar del disco.


viernes, 17 de abril de 2009

Mr. Trooper

Me ausentaré de mi blog por un tiempo prolongado.... debido a recomendaciones médicas.
Asi que les dejo con unos videos motivadores que animen mi retorno..... pronto...!!


Porque a veces la vida resulta ser como una comedia de Broadway, aún en la enfermedad, la falta de amigos con la adversidad acuesta y sin dinero, hay que seguir viviéndola con ritmo y alegría........!! Después de todo la fe es lo último que se te agota..... "Dave"
PS: Sólo imaginen lo que me hubiera fascinado ser el dancer del video!!!!.




FLASH DE ULTIMO MINUTO, (según el diario peruano EL COMERCIO):

Diez miembros de la policía escocesa se declaran seguidores del culto "Jedi"
Confesaron ser devotos de la “fe Jedi” al ser preguntados por sus creencias religiosas en un formulario
Londres. (EFE).- El culto a la religión “Jedi” ha conseguido hacerse un hueco en el cuerpo de policía de Strathclyde, el más importante de Escocia, donde diez de sus miembros han confesado seguir esta tendencia religiosa creada a partir de la legendaria saga de “La Guerra de las Galaxias”.
Según informó hoy la cadena pública BBC, diez miembros de este cuerpo policial -ocho agentes y dos funcionarios- confesaron ser devotos de la “fe Jedi” al ser preguntados por sus creencias religiosas en un formulario.
A pesar de tratarse de una cifra aún residual -el cuerpo de policía de Strathclyde emplea a 8.200 agentes y a 2.800 funcionarios-, este hecho supone un hito para los seguidores de la saga de George Lucas, ya que es la primera vez que las fuerzas de seguridad del Estado permiten la entrada a seguidores de este culto.
Se calcula que en Inglaterra y Gales hay cerca de 390.000 seguidores de esta fe, que se inspira en religiones como el budismo, el taoísmo, el sintoísmo, y aglutina también creencias de origen céltico.
En Escocia, el número de seguidores asciende a 14.000, según los últimos datos disponibles.
La Iglesia “Jedi” nació el pasado año de la mano de dos hermanos británicos, Barney y Daniel Jones, y ofrece sermones sobre “La Fuerza”, el sable de luz, y las técnicas de meditación de un buen caballero “Jedi”.
“La Fuerza” es, en el universo de ficción de “La Guerra de las Galaxias”, la energía generada por todas las cosas que habitan el cosmos, que puede ser controlada por los “Jedi” y los “Sith”, el lado luminoso y el lado oscuro.
Mientras los primeros defienden los ideales del bien y la justicia y viven en armonía con el mundo que les rodea, el lado oscuro se alinea con el mal y el odio.
No obstante, y a pesar de los esfuerzos desplegados por sus seguidores, “La Fuerza”, la “Orden Jedi” y los ideales defendidos por esta religión no han sido, hasta el momento, reconocidos oficialmente.
De hecho, la Oficina Nacional de Estadística británica incorpora a todos aquellos que se identifican como seguidores de la fe “Jedi” a la categoría de ateos.

viernes, 13 de marzo de 2009

Otros videos de Duran Duran que comparto esta mañana, espero que lo disfruten.

Singular VIDEO older remembered, B side to the 1981 single "Planet Earth": Come to the late bar... (A funny lyrics song..for me..!!)

These are some Pics of the best band of the world : Duran Duran on VIDEO!!





Aunque no lo crean el siguiente VIDEO, es uno de mis favoritos de grupo Británico, el tema se llama "PALOMINO", me recuerda a mi amigo del colegio; Lizandro Huaco!!!



Al levantarme esta mañana de la cama, evoqué de manera incosciente una antigua letra cuyo ritmo muy pegajoso del grupo Británico los Duran Duran me sacó una sonrisa de nostalgia que améritaba prontitud tenerla, lo cual me llevó inmediatamente a buscar entre mis estuches de colección y así fue que desempolvé el cd y lo puse para escuchar esa canción, y alegrarme la mañana de sábado, recordando muchas cosas de mi adolescencia.... en especial; cuando iba a la casa de mi amigo Guely para escuchar casettes en su vieja y destartalada consola radiola telefunken si la memoria no me falla, alli en la salita de su casa en Magdalena!!


miércoles, 4 de marzo de 2009

Girl with a Pearl Earring. (Johannes Vermeer)

Acerca de Tracy Chevalier.- (1962, Washington DC.)
Curso estudios de lengua y literatura inglesa en el Oberlin College de su ciudad natal. Después de graduarse viajó a Londres en 1984, donde se casó, tuvo un hijo y reside en la actualidad. Trabajó durante un tiempo como editora pero abandonó esta actividad para realizar un curso de escritura creativa en la Universidad de East Anglia. En 1997 publicó su primera novela, "El azul de la virgen", y en 1999, "la joven de la perla", best seller internacional del que no tardó en rodarse una pelicula de similar éxito, dirigida por Peter Webber y protagonizada por Scarlett Johansson y Colin Firth, entre otros. "Ángeles fugaces" (2001), ambientada en la Inglaterra de comienzos del siglo XX, tras la muerte de la Reina Victoria y "La dama y el Unicornio" (2004), centrada en el medievo a través de la iconografía de los tapices, son sus últimas obras.



¿Quién era la muchacha con el arete de perla?

¿Quien es esa muchcacha que parece sonreirnos, bajo un complicado tocado azul, con una perla como único adorno? La modelo que utilizó Johannes Vermeer en uno de sus cuadros más famosos y admirados es un misterio que Tracy Chevalier tomó como punto de partida para escribir una de las mejores novelas históricas de nuestro tiempo: "La joven de la perla".
En ella Griet, una muchacha holandesa de dieciséis años, entra a formar parte del servicio en la casa del afamado pintor Johannes Vermeer. Allí, seis niños malcriados campan por sus respetos bajo la volatíl mirada de Catharina, la mujer del pintor, su madre, María Thins, y una ama de llaves, Tanneke, leal a las dos mujeres que regentan la casa. Griet tiene una manera particular, llena de devoción, de mirar lo que la rodea. Una sensibilidad que, a pesar de la distancia que marca la educación y la clase social, coincide con la de Vermeer. Algo que él ha percibido y que le ha llevado a introducirla en su mundo de artista. La intimidad que crece entre ambos, los rumores que proceden de la envidia de sus iguales, de la lujuria de Van Ruijven, mecenas del pintor, y de los celos de las mujeres harán que, tarde o temprano, llegue el escándalo.





Argumento de la pelicula

Delft, Holanda, 1665. Griet, de 17 años, se ve obligada a trabajar para mantener a su familia, ya que se está hundiendo en la pobreza tras una explosión que ha dejado al padre ciego, y así, incapacitado para realizar su trabajo. La joven cambia de residencia al comenzar a prestar sus servicios como criada en casa del pintor Johannes Vermeer. Pero, éste no es el único cambio para ella. Además de pertenecer a diferentes clases sociales, tampoco comparten su rama religiosa, por lo que Griet, siendo protestante, debe alejarse de las prácticas católicas. Entre muchas de las tareas que tiene que hacer, una es limpiar el estudio de su amo. Es su momento preferido del día en su nueva vida, ya que desde la primera vez que entra a ese cuarto siente una gran fascinación por la pintura de Vermeer. Éste descubre la capacidad de la criada de comprender la luz, los colores y la composicón. Poco a poco, la va introduciendo en su mundo, incluso pide la opinión de sus obras y le encomienda la fabricación de las pinturas. Griet debe buscar tiempo para combinar esta tarea con sus otras obligaciones, y hacerlo a escondidas para que nadie sospeche de ello. Sin embargo, el interés que muestra Vermeer por la joven no tarda en provocar celos en Catharina, su mujer, y Cornelia, una de sus hijas, que intenta conseguir el despido de la criada realizando juegos sucios. Pero la muchacha no sólo despierta el interés del pintor, sino también de Pieter, un joven carnicero, con el que comienza a mantener un noviazgo y que está dispuesto a casarse con ella; y de van Ruijven, el mecenas de Vermeer, que se siente frustado porque a pesar de su fortuna el pintor se niega a pintarlo junto a Griet. Viendo las intenciones de su patrón respecto Griet, Vermeer acepta pintar un retrato de ella para su gabinete privado, para que así sacie su pecado. El tiempo que pasan juntos en el estudio a escondidas crea una relación más íntima entre amo y sirvienta, haciendo que ésta se enamore cada vez más de él. Pero no se siente segura de sus sentimientos. Maria Thins, suegra del pintor, no tarda en darse cuenta de la relación clandestina que hay entre ellos, aun así la permite porque es necesario que pinte cuadros para poder mantener el estilo de vida al que están acostumbrados. Una sirvienta es la protagonista de la película Girl with a pearl earring (en español, La joven de la perla) del director Peter Webber que salió en el 2003. La historia de la película está basada en la novela homónima de Tracy Chevalier e inventa una trama romántica a partir de la vida del pintor, del que existe muy poca información biográfica. La duración de la película es de 95 minutos y además de Johansson cuenta en el elenco con Colin Firth, Tom Wilkinson, Judy Parfitt, Cillian Murphy y Essie Davis. La película, siguiendo la novela, abunda en detalles irreales e inventados sobre la biografía de Vermeer, e incurre en la contradicción de presentarlo como un pintor pobre, pero con criados. Si algo sabemos con certeza es que no vivió de pintar. Y lo cierto es que la hipótesis más creíble sobre la identidad de la Muchacha (o joven) de la perla es que fuese una de sus hijas.




¿Dama o amante? ¿quién era realmente la joven cuyo rostro ha impreso un sello indeleble en la historia del arte? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Gran parte de su pasado es un misterio. Cuando fue redescubierta en 1882 el cuadro estaba sucio y descuidado. “La muchacha con el arete de perla” de Johannes Vermeer, de 1665, es hoy considerada universalmente una obra maestra. A lo largo de los siglos ha inspirado a artistas, escritores y cineastas. Sus labios rojos carnosos, sus ojos vivaces y su mirada fugaz por encima del hombro –como si alguien la hubiese llamado y ella se hubiese dado vuelta– hacen preguntarse quién pudo haber sido. Pero los historiadores del arte no están seguros siquiera de que Vermeer haya usado una modelo. Si acaso existió, la joven pudo haber lucido muy diferente al rostro que se ha popularizado en el ámbito artístico mundial. “No es una muchacha. Es una figura idealizada”, opina Frederik Duparc, director de la galería Mauritshuis que funciona desde 1903. “Vermeer no estaba interesado en hacer una representación fotográfica”. UN LIBRO Y UNA PELÍCULA Un libro y una película sobre esa obra maestra del siglo XVII, un recuento conjetural sobre una mucama pobre que posó para Vermeer luciendo los aretes de su esposa, han aumentado en un 40 por ciento el número de visitantes a la galería. Antes del rodaje, el director de cine Peter Webber hizo varias visitas al museo que se alza detrás del Parlamento holandés en La Haya. Los protagonistas Scarlett Johansson y Colin Firth estudiaron la pintura, de sólo 45 x 38 centímetros, y escucharon las explicaciones de Duparc sobre el dominio de Vermeer de los efectos de luz y tono. El estreno en diciembre también atrajo la atención sobre Delft, la ciudad de Vermeer, a 13 kilómetros de La Haya. Para los holandeses, Delft es más conocida como sede del fundador de la Casa de Orange en el siglo XVI y desde entonces necrópolis de la familia real. Aunque en la época de Vermeer La Haya estaba a sólo una hora de carruaje de Delft –hoy muchos van y vienen en bicicleta–, el artista nunca la visitó. Por cierto, al parecer nunca salió de Delft. Los turistas recorren los senderos medievales de la ciudad donde Vermeer se esforzaba por ganarse la vida vendiendo cuadros. Los historiadores dicen que se ha preservado el 80 por ciento de la entonces próspera ciudad, con sus catedrales góticas y casas con tejados entre canales estrechos atravesados por puentes de piedra. Pero no queda nada de su vida, de la que poco se conoce. Las casas en las que vivió fueron destruidas u olvidadas con el tiempo. MURIÓ EMPOBRECIDO Los visitantes exploran el lugar a la orilla de un canal donde el artista creó su “Panorama de Delft”, un estudio de luz y sombras, nubes espesas, reflejos en el agua y el perfil de la ciudad. Muchas de las casas todavía pueden reconocerse, pero las dos entradas y el muro que aparecen en la pintura han desaparecido. Desde entonces el canal ha sido ampliado. Actualmente, grandes barcazas pasan llevando desperdicios desde La Haya hacia un incinerador junto al mar en Rotterdam. Vermeer murió empobrecido en 1675. No se sabe dónde está enterrado, aunque su muerte quedó inscrita en un registro eclesiástico. En el siglo XX se colocó una placa en el piso de un templo, eclipsada por las lápidas de clérigos y laicos que se ganaron la vida pirateando buques españoles. Mientras contemporáneos suyos como Rembrandt ganaron fama en vida, Vermeer no fue descubierto hasta el siglo XIX cuando emergió la primera de sus pinturas de una colección privada. El cuadro del arete también surgió de la oscuridad. El primer registro de su existencia proviene de 1882 y hoy no tiene precio. El museo se niega a revelar por cuánto lo tiene asegurado en las escasas ocasiones en que lo presta para exhibiciones. Un cuadro de Vermeer recientemente autenticado –el número 36– será la primera de sus obras en salir a la venta en 80 años. La casa Sotheby’s anticipa que el cuadro “Joven sentada junto a una espineta” podría venderse por más de 3 millones de libras (5.4 millones de dólares) en la subasta señalada para el 8 de julio en Londres. ¿Y quién era la muchacha del arete? ¿acaso la hija del artista? ¿la hija del cliente acaudalado que le compraba sus cuadros? ¿o una mucama? “Lo agradable es que no sabemos”, afirmó Duparc. “A todos nos gustan los misterios, ya que nos permiten fantasear. Sería una decepción que lo descubriésemos”.


Una de las fuentes más útiles y amenas sobre la Holanda del siglo XVII es The Embarrassment of Riches: An Interpretation of Dutch Culture in the Golden Age (1987) de Simon Schama.

Lo poco que se sabe de la vida de Veermer y su familia ha sido minuciosamente documentado por John Montias en Vermeer and his Milieu (1989). El catálogo de la exposición de Vermeer organizada en 1996 contiene hermosas reproducciones y análisis lúcidos de los cuadros.

martes, 5 de agosto de 2008

"300": Película sobre la batalla de Termópilas

La verdadera izquierda de Hollywood


El filósofo esloveno analiza las implicancias morales e ideológicas de la película “300”, que narra la historia de los trescientos espartanos que se sacrificaron para impedir la invasión del ejército persa. Contrariamente a las interpretaciones que el film suscitó, Zizek cree ver que la trama pone a los espartanos –con su disciplina y espíritu de sacrificio– más cerca de los ejércitos de resistencia árabes que del espíritu chauvinista estadounidense.
Llamado. “En esta época de permisividad hedonista como ideología imperante, ha llegado el momento de que la izquierda se (re) apropie de la disciplina y del espíritu de sacrificio. En estos valores no hay nada intrínsecamente ‘fascista’”, arenga Zizek. El filósofo advierte en la película una línea de conducta a seguir, a diferencia de los que vieron sólo propaganda norteamericana.La película 300 de Zack Snyder, la saga de los trescientos soldados espartanos que se sacrificaron en las Termópilas para impedir la invasión del ejército persa de Jerjes, fue atacada como el peor tipo de militarismo patriótico, en una obvia alusión a las tensiones recientes con Irán y los sucesos en Irak. ¿Pero en realidad son tan claras las cosas? Más bien, habría que defender la película a toda costa contra esas acusaciones. Hay dos puntos que debemos considerar; el primero tiene que ver con la historia misma. Se trata de la historia de un país pequeño y pobre (Grecia) que ha sido invadido por el ejército de un Estado mucho más grande, y más desarrollado en esa época, que además cuenta con una tecnología militar de avanzada. ¿No son acaso los elefantes persas, los gigantes y las enormes flechas de fuego la antigua versión de las armas de alta tecnología? Cuando el último grupo de sobrevivientes espartanos y su rey Leónidas mueren bajo los cientos de flechas, ¿no son de alguna manera bombardeados a muerte por tecnosoldados que manejan armas sofisticadas a distancia, al igual que los soldados estadounidenses que oprimen botones de cohetes desde lejos, en barcos de guerra bien protegidos en el golfo Pérsico? Además, las palabras de Jerjes cuando pretende convencer a Leónidas de que acepte la dominación persa no parecen de ningún modo el discurso de un fanático musulmán fundamentalista; trata de someter a Leónidas a través de la seducción, pues le promete la paz y los placeres sensuales si se une al imperio global persa. Lo único que le pide es el gesto formal de arrodillarse ante él, de reconocer la supremacía persa. Si los espartanos hacen esto, se les otorgará autoridad suprema sobre toda Grecia. ¿El presidente Reagan no le exigió lo mismo al gobierno sandinista de Nicaragua? Sólo tenían que decirle “Hola, Tío” a los Estados Unidos… ¿Y no muestran la corte de Jerjes como una especie de paraíso multicultural abierto a diferentes estilos de vida? Todos participan en orgías, diferentes razas, lesbianas, gays, tullidos, inválidos, etcétera. Entonces, ¿los espartanos, con su disciplina y espíritu de sacrificio, no están mucho más cerca de los talibanes que defienden Afganistán contra la ocupación estadounidense (o, de hecho, de la unidad de elite de la Guardia Revolucionaria Iraní, dispuesta a sacrificarse en caso de una invasión estadounidense)? El arma principal de los griegos contra la avasalladora superioridad militar es la disciplina y el espíritu de sacrificio… Y para citar a Alain Badiou: “Necesitamos una disciplina popular. Diría incluso… que ‘aquellos que nada tienen sólo tienen su disciplina’. Los pobres, los que no cuentan con medios financieros ni militares, los que carecen de poder, lo único que tienen es su disciplina, la capacidad de actuar en conjunto. Esa disciplina ya es una forma de organización”. En esta época de permisividad hedonista como ideología imperante, ha llegado el momento de que la izquierda se (re)apropie de la disciplina y del espíritu de sacrificio: en estos valores no hay nada intrínsecamente “fascista”. Pero esa identidad fundamentalista de los espartanos es aún más ambigua. Una declaración programática hacia el final de la película que define la agenda griega como “contra el dominio de la mística y de la tiranía, hacia el brillante futuro”, detallada más adelante como el imperio de la libertad y la razón, parece un programa elemental de la Ilustración, ¡incluso con un sesgo comunista! Recordemos, también, que al comienzo de la película Leónidas rechaza de pleno el mensaje de los “oráculos” corruptos, según los cuales los dioses prohíben la expedición militar para detener a los persas. Como nos enteramos después, los persas habían sobornado, en efecto, a los “oráculos” que, al parecer, recibían mensajes divinos a través de un trance extático, al igual que el “oráculo” tibetano que, en 1959, le transmitió al Dalai Lama el mensaje de que debía salir del Tíbet, y que –como sabemos hoy– ¡figuraba en la nómina de la CIA!
¿Y cómo entender el aparente absurdo de la noción de dignidad, libertad y razón, basada en la disciplina militar extrema, que incluía la práctica de eliminar a los niños débiles? Ese “absurdo” no es otra cosa que el precio de la libertad: la libertad no es gratuita, como aparece en la película. Se reconquista a través de una lucha ardua en la que es necesario estar dispuesto a arriesgarlo todo. La despiadada disciplina militar espartana no es simplemente lo contrario de la “democracia liberal” ateniense; es su condición inherente y constituye sus cimientos: el sujeto libre de la razón sólo puede emerger a través de una cruel autodisciplina. La auténtica libertad no es la libertad de elegir que se ejerce a prudente distancia, como optar por una torta de frutillas o por una torta de chocolate; la verdadera libertad es inseparable de la necesidad. Hacemos una auténtica elección libre en el momento en que la elección pone en juego nuestra propia existencia… y la llevamos a cabo porque, sencillamente, “no podemos hacer otra cosa”. Cuando nuestro país se halla bajo ocupación extranjera y nos convoca el líder de la resistencia para que nos unamos a la lucha contra los invasores, la razón que nos da no es “eres libre de elegir”, sino “¿no te das cuenta de que esto es lo único que puedes hacer si quieres conservar tu dignidad?”. No sorprende, pues, que todos los radicales igualitarios y precursores de la modernidad, desde Rousseau hasta los jacobinos, admiraran a Esparta e imaginaran la República Francesa como una nueva Esparta: hay un núcleo emancipatorio en el espíritu espartano de disciplina militar que se mantiene y perdura, aun cuando le restemos toda la parafernalia histórica del régimen de clases, la explotación brutal de los esclavos sometidos al terror, etcétera. Mucho más importante es, quizás, el aspecto formal de la película: se filmó en su totalidad en un depósito de Montreal; el paisaje y varios de los personajes y objetos fueron construidos digitalmente. El carácter artificial del fondo parece contagiar a los actores “reales”, que a menudo parecen personajes de historieta (la película está basada en la novela gráfica 300 de Frank Miller). Además, la naturaleza artificial (digital) del ambiente genera una atmósfera claustrofóbica, como si la historia no sucediera en la realidad “real”, con horizontes infinitos e ilimitados, sino en un “mundo cerrado”, una especie de mundo en relieve de un espacio cerrado. Desde el punto de vista estético, la película es superior a La guerra de las galaxias y la serie de El señor de los anillos: a pesar de que también en esas series varios objetos y personas fueron creados digitalmente, la impresión que causan es, no obstante, la de actores digitales (y reales) y objetos (elefantes, Yoda, Urks, palacios, etcétera.) ubicados en un mundo “real”; en 300, por el contrario, todos los protagonistas son actores “reales” ubicados en un fondo artificial; la combinación produce el efecto de un mundo “cerrado” mucho más siniestro, una mezcla “cyborg” de personas reales integradas en un mundo artificial. Pero sólo en 300 la combinación de actores “reales”, objetos y fondo digital llega a crear un espacio estético autónomo y nuevo de verdad. La práctica de combinar artes diferentes, de incluir en un arte la referencia a otro, tiene una larga tradición, en especial con respecto al cine; por ejemplo, en muchos de los cuadros de Hopper, cuyo tema es el de una mujer detrás de una ventana abierta que mira hacia afuera, es clara la mediación de la experiencia del cine (muestra un plano sin su contraplano). Lo que hace notable a 300 es que, en esta película (y no por primera vez, por supuesto, pero de un modo mucho más interesante desde el punto de vista artístico, que, digamos, el Dick Tracy de Warren Beatty), un arte técnicamente más desarrollado (cine digitalizado) remite a uno menos desarrollado (la historieta o cómic). El efecto logrado es el de la “verdadera realidad” que pierde su inocencia y aparece como parte de un universo artificial cerrado, es decir, la figuración perfecta de nuestra problemática socioideológica. Los críticos que sostienen el fracaso de la “síntesis” de las dos artes en 300 están, pues, equivocados, y precisamente porque tienen razón: por supuesto que falla la “síntesis”, por supuesto que el universo que vemos en la pantalla está atravesado por un profundo antagonismo y una gran inconsistencia, pero ese mismo antagonismo es el signo de la verdad.

Traducción del inglés: Luz Freire.

lunes, 4 de agosto de 2008