David Alonso De la Cruz

lunes, 26 de abril de 2010

Esto es Esparta....!!!

EL ARTE GRIEGO
Cratera ática del siglo VIII a de JC. procedente de la necrópolis de Atenas emplazada cerca de la puerta de Dipylon.

El Doríforo de Policleto es la imagen idealizada de una atleta, cuyas proporciones son perfectas y se ajustan a las establecidas en su Canon, el tratado sobre el ideal de belleza escrito por el artista.

Desde Tales de Mileto, pasando por Pitágoras hasta Sócrates, el arte ha sido uno los espacios más complejos del conocimiento en grecia desde sus albores, incluso los grandes pensadores filosóficos tenían como premisa este pensamiento "EL HOMBRE ES LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS", frase aludida al filósofo Protágoras, resulta ser la clave para comprender la cultura griega, una cultura antropocéntrica, cuna de la CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL.
Esta "medida de todas las cosas" se concretó en el Canon de Policleto, quien, en esl siglo V a. de JC., escribió este famoso tratado de escultura según el cual el ideal de belleza consistía en la exacta relación mesurable de las partes del cuerpo humano entre sí y de todas ellas con el conjunto. Era un canon de proporciones basado en la armonía del cuerpo humano. Para los griegos, la salud del cuerpo era el resultado de la proporción armónica de sus elementos. Existe en Grecia una concepción ideal del hombre e incluso los mismos dioses se representan como seres humanos, con idénticas pasiones y sentimientos. Todo tiene, allí un componente humano.
Así pues, todo giraba alrededor de la figura humana y también las imágenes que se ofrecián en los templos y altares tenían que ser antropomorfas.
El arte griego es el arte producido en la Grecia peninsular y continental, en las islas del Egeo y en las colonias griegas de Asia menor, Mar negro, Sicilia, Italia meridional, África septentrional, desde finales de la época micénica hasta el dominio romano. La expresión artística de dichos pueblos estuvo marcada, fundamentalmente, por dos conceptos: La tecne y la mímesis.
Apolo y Artemis contra los Nióbidas, detalle de una cratera ática.

Existen tres puntos fundamentales para entender el arte griego: por un lado, los santuarios vínculados a divinidades de la tierra que están por toda la Hélade; Delfos, Atenas, Corinto, Argos, Olimpia, etc. El arte griego está basado en los lugares sagrados, en los santuarios donde los griegos viajan a menudo para orar, para dar gracias, para bailar, en definitiva, para celebrar sus cultos. Sino hubiera existido estos lugares de culto, no hubiera existido el arte que conocemos. En los orígenes del arte griego están los rituales iniciáticos que, a su vez, serán los que condicionarán las ofrendas que se hacen a los santuarios para invocar o para dar gracias.
El arte griego, en su mayor parte, tiene carácter religioso pero también está muy relacionado con el mundo funerario, tanto en el ámbito de la arquitectura como de la escultura pero, también, de la cerámica.
En el mundo griego, la unidad básica de organización del territorio es la polis, oo ciudad-estado. Esta polis está compuesta por el asty o núcleo urbano y la chora, territorio que es explotado por dicha ciudad. En la cultura griega, todos los edificios trataban de buscar una proporción a escala humana pero, además, existía una preocupación por el conjutno del espacio urbano; es en grecia donde comienza a aparecer el urbanismo.
Ya para concluir, debemos tener cuenta que para los griegos, el centro del Universo estaba en Delfos, situado en la región de la Fócida, y allí se encontraba el famoso santuario oracular de Apolo, uno de los más importantes del mundo helénico. En él se descubrió el onfalos (que significa ombligo), piedra sagrada que simboliza a este dios. De todos los rincones del mundo antiguo acudían a consultar el oráculo de Delfos, trayendo ofrendas o construyendo templos en honor del gran Apolo.
Los restos arqueológicos de Delfos nos hablan de un importante recinto que tiene, además del templo de Apolo y los santuarios de Gea, Atenea o Dionisio, un teatro, un gimnasio o un estadio que eran utilizados, sobre todo, durante la celebración de los Juegos Píticos, competiciones de disciplinas artísticas y deportivas en honor a Apolo Pitio (nombre que se le daba por haber vencido a la Pitón, que tenía atemorizados a los habitantes de Delfos).

sábado, 17 de abril de 2010

The fourth kind

Sumeria (Sumer, Shumer o Shinar) (escrito en cuneiforme KI.EN.GI)[1] es una región histórica del Oriente Medio que formaba la parte sur de la antigua Mesopotamia, entre las planicies aluviales de los ríos Éufrates y Tigris. La civilización sumeria está considerada como la primera y más antigua civilización del mundo. La procedencia de sus habitantes, los sumerios, es incierta y existen numerosas hipótesis: la más aceptada hoy en día es la que argumenta que no hubo una ruptura cultural con el período de Uruk y que por lo tanto no tuvieron que ver factores externos, como podían ser invasiones o migraciones de otros territorios lejanos.
El término "sumerio" también se aplica a todos los hablantes de la lengua sumeria. En la lengua sumeria esta región era denominada Kengi (ki), equivalente al acadio mat Sumeri, esto es, la «tierra de Súmer»
El término "Sumerio" es el nombre común dado a los antiguos habitantes del sur de la Mesopotamia por sus sucesores, los semitas Acadios. Los sumerios se llamaban a sí mismos sag-giga, que significa literalmente "El pueblo de cabezas negras". La palabra Acadiana Shumer puede representar este nombre en el dialecto, pero se desconoce por qué los Acadios llamaron Shumeru a las tierras del sur. Algunas palabras como la bíblica Shinar, la egipcia Sngr, o la Hitita Šanhar(a) pueden haber sido variantes de Šumer. De acuerdo al historiador babilonio Beroso, los sumerios fueron "extranjeros de caras negras".

Idioma sumerio
Hablado en antiguamente hablada en Mesopotamia
Región sur de Mesopotamia
Hablantes lengua muerta
Familia Lengua aislada


El sumerio es la lengua de la antigua Sumer, que se habló en el sur de Mesopotamia desde por lo menos el IV milenio a.C. Fue sustituido por el acadio como lengua hablada hacia el 1900 a. C., pero continuó siendo usado como lengua sagrada, ceremonial y científica en Mesopotamia hasta comienzos de nuestra era. A partir de ese momento entró en el olvido hasta el siglo XIX. El sumerio no está relacionado con las demás lenguas de la zona (porque no es ni semita ni camita (no es camito-semítica) ni indoeuropea ni elamo-drávida (grupo, este último, al que pertenece la lengua elamita, por ejemplo) y se considera una lengua aislada.
El sumerio es la primera lengua escrita conocida. Su escritura, llamada cuneiforme por la forma de cuña de sus trazos, se empleó más tarde para el acadio, el ugarítico, el elamita, etc. También se adaptó para lenguas indoeuropeas como el hitita, que además poseía una escritura jeroglífica como los egipcios aunque independiente de esta última. También el persa aqueménida adoptó la escritura cuneiforme.
Existe una imagen un tanto perturbadora creada por los sumerios hace 5000 años.

Como se sabe, los sumerios fueron una de las más antiguas civilizaciones humanas. Se asentaron en la baja Mesopotamia, fueron ávidos observadores de la naturaleza, y los primeros en desarrollar la escritura. En cuanto a su visión del mundo, coincidieron frecuentemente con la de los egipcios, cuya cultura se desarrollaba no lejos de la suya. Ambas cosmologías imaginaban un mundo estático, donde los elementos predominantes eran el cielo y la tierra, circunvalados por el Sol y la Luna. Dentro de ese mundo, cada pueblo se pensaba como el centro de todo lo conocido, rodeado del caos de lo extranjero.
Los sumerios, así como los mayas o los egipcios, eran grandes observadores del cielo. La regularidad del movimiento estelar era algo que todos registraban con respeto divino y estudiaban con curiosidad. Sin embargo, la formulación de teorías astronómicas sería algo propio de la ciencia moderna, a pesar de algunas excepciones. En general, la observación de los astros adquiría matices religiosos, o a veces sus anotaciones servían para la temporalización de la vida cotidiana.

Por eso no es de extrañar que los pueblos antiguos registraran muy bien los movimientos de objetos celestes como Júpiter o la Luna, pero que no desarrollaran la idea de que existían planetas rotando alrededor del Sol. Sólo observaban y usaban su sentido común, el cual les hablaba de una Tierra quieta, por cuyo cielo desfilaban estrellas de origen desconocido. Por eso esta imagen resultó perturbadora para más de uno. En ella, como fondo de una escena, puede verse claramente una estrella con puntas rodeada de pequeñas esferas que rotan alrededor suyo.

Difícilmente haya una imagen más clara de lo que para nosotros es el Sistema Solar. No se aleja demasiado del dibujo que trazaríamos para explicarle rápidamente el sistema heliocéntrico a un niño. Eso no es todo, para algunos investigadores, las esferas parecen coincidir curiosamente en sus proporciones con los tamaños de los nueve planetas de nuestro sistema y sus satélites más importantes.
¿Sería posible que los sumerios hayan desarrollado la teoría heliocéntrica y conocido todos los planetas de nuestro sistema solar? La respuesta es no. Más allá de las limitaciones epistemológicas, las observaciones astronómicas sumerias registraban a los planetas que sólo podemos observar con nuestro ojo, lente incapaz de captar las señales de Neptuno, Urano, y Plutón.

A pesar de que esto parece ser una prueba contundente para descartar que la imagen se refiera al Sistema Solar, no faltan los personajes que invocan la intervención extraterrestre en el asunto. Tal es el caso del autor ruso Zecharia Sitchin, quien sostuvo que la imagen fue inspirada por el conocimiento que sólo una raza alienígena podía tener, y que habría estado en contacto directo con los sumerios, quienes habrían transmitido, además, los principios de la agricultura, metalurgia, y escritura. No es difícil tomar el ejemplo sumerio y usar el sentido común para explicar las cosas. La necesidad de recurrir a factores externos y fantasiosos para explicar un grabado en un sello de piedra es algo totalmente innecesario desde el punto de vista de la lógica (Navaja de Occam), y absurdo desde el sentido común. Sin embargo, la imagen no deja de ser una estrella rodeada de esferas de diferentes tamaños y órbitas, y su verdadera interpretación será por siempre un misterio.


Crítica: La cuarta fase (The 4th kind) de Olatunde Osunsanmi.
Sinopsis: En octubre de 2004, el director de cine Olatunde Osunsanmi (The cavern), escuchó la historia de una psicóloga que había realizado un estudio sobre desórdenes del sueño en Nome, cuyos resultados habían revelado una información tan sorprendente como aterradora. A finales del año 2000, los pacientes de la terapeuta, bajo hipnosis, reflejaron comportamientos que sugerían encuentros con seres no-humanos. Según fue investigando el fenómeno, la doctora descubrió que la desaparición de personas y sucesos extraños en la región se remontaban a los años 60. Cuanto más profundizó en su investigación, más creyó en lo increíble: las historias de sus pacientes eran evidencias de abducciones alienígenas.

Crítica: Una siempre hermosa Milla Jovovich pone en conocimiento del público, que lo que van a ver a continuación, contiene imagenes reales inéditas de los sucesos paranormales que tuvieron lugar en el pueblo de Nome. Que obviamente se mezclarán los caminos de la realidad y la ficción, pero que una vez visionado el film, corresponde a cada cual decidir hasta qué punto está dispuesto a creer.
La hisotria podría caer en el saco del típico esquema - pueblo pequeño perdido en las montañas - sucesos extraños - nadie cree a los protagonistas - … - que no hace mas que recordar a un capítulo de la mítica Expediente X. Sin embargo, ese añadido que nos prometen, esa cucharada extra de realidad, es lo que la hace un poco más especial. Ver las grabaciones inéditas, escuchar la historia de boca de sus verdaderos protagonistas, incluso verlos siendo víctimas de un suceso paranormal, todo ello crea un ambiente perfecto para que no apetezca ni pestañear.
Jovovich, que interpreta a la doctora Abigail Tyler, es la única actuación que merece ser mínimamente comentada, aunque quizá sean ecos de sus actuaciones en la saga Resident Evil, donde enamoró a más de uno, o puede que este papel no diera más de si. En el apartado técnico al menos, el montaje realizado y la forma de presentar los sucesos, mostrando simultaneamente la interpretación y las supuestas grabaciones originales, consiguen alejar al espectador del aburrimiento y darle algo nuevo. Habrá algún que otro sobresalto, principalmente motivado por los efectos sonoros que estremecerán hasta al más valiente.
Con internet al alcance de (casi) todos, muchos espectadores no podrán evitar buscar información sobre la veracidad de los acontecimientos narrados, querrán saber si algo de lo que vieron fue totalmente real o si el director, Olatunde Osunsanmi, estaba jugando con sus mentes. Pero ya lo avisó Milla, que cada uno crea lo que quiera.

sábado, 10 de abril de 2010

"He sufrido mucho, pero no me arrepiento de lo hecho"

Alfredo Bryce: "He sufrido mucho, pero no me arrepiento de lo hecho"
Una vida de novela (Aguilar) es un libro que celebra sus 70 años y resume la trayectoria de un hombre que vive exageradamente.

Escribir mi nueva novela ha sido un pajazo. Le faltarán unas cien páginas. Debo dejarla reposar, la escribí durante los últimos tres meses, y poquito más y la acababa. Es una historia que tengo en mi cabeza desde que escribí Un mundo para Julius. Su teoría es la siguiente: en el Perú, en América y en el mundo, las más grandes fortunas –claro, las peruanas son enanas, no hemos salido ni en el Forbes latinoamericano, tenemos unos ricos de pacotilla– no duran sino tres generaciones: el que la hace, el que la consolida y el que la derrocha. El último ejemplo conocido es el de la familia Prado”. Así se inicia nuestra conversación sin censura con Alfredo Bryce. Estamos en su “palomar’, un bello estudio que copió –hasta en los muebles, las ventanas y el color de las paredes– de un palacio italiano. Duró cinco horas y terminó con cinco vodka tonics en nuestros cuerpos.

Usted se caracteriza por sus personajes entrañables –Julius, Martín Romaña, Manongo Sterne, Felipe Carrillo–. ¿Quién lo es esta vez?
El abuelo, el que crea la fortuna. Una vez que la hace, y ya viudo, se dedica a la parranda, a juguetear con la vida y a fregar al hijo. Y vive más de cien años, o sea que jode bastante (risas). Es más, muere en una orgía, celebrando sus 101 años y escandalizando a sus hijos.

¿Controló su materia narrativa?
Mis otras novelas estallaban, se iban por las ramas. Esta no. No tengo sino 300 páginas, y con cien más estará terminada. Pero han sido las novelas más largas las que más han gustado.

Quizás porque son como usted: desmesurado, exagerado, y el irse por las ramas les da sentido a las experiencias de sus personajes, tal y como hacía su admirado Stendhal…
Stendhal está detrás de mucho de lo que he escrito. Es uno de los autores que más me fascina, a él vuelvo siempre, sobre todo a La cartuja de Parma, tanto así que, aunque a usted le parezca por esto un cojudo a la vela, cuando la terminé de leer la puse sobre una mesa y empecé a aplaudirla (risas).

Stendhal creó una Italia. Chus Visor dice que usted escribió, en París, historias bien peruanas, pero ambientadas en Francia…
Uno peruaniza todo lo que toca. Vayamos al monstruo, al grande, al poeta Vallejo, que más peruano no podía ser. Cuando tocamos a Vallejo, nos muerde. Es el autor peruano que más releo. De repente estoy escribiendo, me he quedado perdido, me paro, leo un poema de Vallejo y sigo escribiendo. Me siento, con él, muy en el Perú.

¿Qué más le da Vallejo?
Siento que es un poeta que solo los peruanos sabemos leer bien. Qué le pueden interesar a un extranjero versos como: “Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)” (risas). Esto solo a los peruanos nos puede conmover. Nadie se ha reído de Vallejo; a lo sumo lo han encontrado incomprensible (risas). Vallejo era un dandy, un hombre súper alegre, con amigos muy ricos, un súper Don Juan, andaba enamorando a todas las chicas de Montparnasse y siempre era novio de alguna panadera para que le diera el primer baguette de la mañana. O sea que comía caliente y a su hora (risas). Lo del Vallejo triste es un mito. Él tuvo dificultades en París, pero, ¡quién no las ha tenido!, y daba consejos para ser un dandy: “No bajen del metro hasta que esté bien parado, porque se gastan los zapatos con el roce de la pista. No se sienten mucho porque sale un brillo en el fundillo (risas)”. Una vez me quedé en una casa que había sido de magnates y me dijeron: “¿Desea quedarse en la habitación de Vallejo o de Neruda?”. Viejo, yo rechacé la oferta porque vaya a saber uno si esas camas estaban desinfectadas: Vallejo tenía tisis, tenía de todo (risas).

¿Quién influenció más su vocación?
Mi madre. Ella fue mi salvadora. Mi padre se opuso profundamente. Tuve muchos problemas con él, pero yo lo quería y entendía: solo tuvo tres hijos hombres, el mayor era un minusválido; el segundo, un gran criollo que no trabajaba, que terminó la primaria con las justas, y yo. Jamás me iba a enfrentar con él. El creía que los hombres venían con su carrera bajo el brazo. Cuando me fui a Europa, mi padre creía que era por un año o dos y que volvería a mi vida “normal’. Pero quien me consiguió la beca para Europa y luchó contra mi padre fue mi madre. En París recibí una carta bellísima de mi padre, quien era el hombre más parco del mundo. Allí me decía: “Entendí, querido hijo, que eres un hombre distinto a mí. Eres tú mi mejor hijo, sigue tu camino, sigue para adelante”. Al poco tiempo murió.

¿Cuánto de ficción hay en sus relatos sobre el real Alfredo Bryce?
Eso no lo sé. En mi vida, la realidad y la ficción están confundidas. Y esto nos pasa a todos los escritores. Hay realistas como Vargas Llosa, que no inventa nada. Otros, como García Márquez, que todo lo inventan. El Gabo es el más grande mentiroso de la Tierra.

La mamá de Gabo dijo que Vargas Llosa era más mentiroso que su hijo…
La vieja defendió mal a su hijo. Por decir que Mario no tenía palabra, terminó echándole una flor a Vargas Llosa.

¿Usted también es un mentiroso?
También (risas). Mentiroso era yo desde chico. Recuerde que soy hijo de Arnaldo Alvarado, el corredor de autos. Cuando mis compañeros se enteraron de que no lo era sintieron pena, pues la historia era entretenidísima (risas).

¿Se arrepiente de su vida exagerada?
He pegado patinazos, he sufrido mucho, pero no me arrepiento porque todas las personas que he querido allí están, a mi lado, las sigo viendo. Incluso a mi amor prohibido en Francia…

Una noble, cuya familia lo trataba de miserable…
Exacto. Yo trataba de probarles que acá era “hijo de’ y me decían: “Váyase a la mierda” (risas).

Pero fue correspondido…
Muy correspondido… hasta hoy. Pegué capotazos y clavé la espada (risas).
Por Gonzalo Pajares Cruzado.


Alfredo Bryce: "El plagio es un homenaje"
El escritor peruano habla sobre los 32 plagios que realizó y que Perú.21 denunció. Aquí la defensa del narrador.

Corrían los primeros días de julio de 2006 y una denuncia remeció, como un temblor, el ambiente literario: Herbert Morote, un ensayista y dramaturgo peruano, denunció a su amigo Alfredo Bryce por plagiar extractos de su texto inédito Pero… ¿tiene el Perú salvación? Bryce negó la acusación y llamó a Morote desleal.

Pero el terremoto llegó en marzo de 2007. Esta vez, el embajador Oswaldo de Rivero acusó al novelista de haber plagiado su texto Potencias sin poder. Bryce aceptó su culpa y responsabilizó a su secretaria. El 22 de marzo de 2007, Perú.21 hizo públicos tres plagios más (todos a periodistas españoles de La Vanguardia).

A lo largo de ese año y del 2008 –y con la ayuda de la chilena María Soledad de la Cerda–, Perú.21 denunció, en total, 32 plagios. El último, a su amigo Fernando Carvallo, fue hecho público en enero de 2009, justo cuando Indecopi multó a Bryce con S/177,500 por plagiar 16 textos. Aquí, la defensa del narrador.

¿Llegó el momento de reconocer sus plagios y de ofrecer disculpas?
Pero yo no he plagiado nada. No puedo ofrecer disculpas. Me han armado un lío, un juicio que he apelado, y espero que esto algún día se aclare. A mí no se me notificó, algo inconstitucional…

Los argumentos de su defensa son que fue mal notificado y que Indecopi no tiene competencia, pues los artículos plagiados fueron publicados fuera. Eso es un asunto de forma. Perú.21 investigó el fondo y descubrió que no son ni uno ni dos, sino 32 textos…
… Que he escrito yo. ¿Quién se ha quejado? Nadie.

Sí se han quejado, empezando por el señor Willy Niño, a quien usted le plagió un texto sobre Cortázar.
Mira, viejo, sobre Cortázar he dictado clases antes de que nacieras.

Por eso, ¿por qué copiar un texto sobre alguien del que sabe tanto?
Es que no lo copié. En Oiga, donde se publicó, mezclaron los textos de Willy con algo mío. Es un error del archivo de la revista. Él (refiriéndose a Willy Niño) se lanzó contra mí –siendo un íntimo amigo mío– y, luego, se dio cuenta de que había metido la pata.

Es que sus amigos y sus lectores lo quieren y le perdonan todo.
Qué querido, si me han dado de alma.

También plagió un texto de otro amigo suyo, el señor Fernando Carvallo…
Él aclaró que ese texto lo habíamos escrito juntos…

Yo hablé con él y me dijo: “Soy muy amigo de Bryce, hemos compartido tantas cosas y, por esta amistad y lealtad, no voy a decir nada contra él”…
Mire, yo he podido escribir 600 textos como el de Carvallo.

Entonces, ¿por qué lo plagió? Yo me comuniqué con los españoles Jordi Cebria y Víctor Cabré, quienes me confirmaron que usted les plagió el texto La estupidez perjudica seriamente la salud. Igual con Jordi Urgell, a quien le copió América Latina: ¿regresando al pasado para enfrentar el futuro? Usted plagia desde los 80…
Si me culpan de plagiar 32 artículos, pruébenlo. No me han probado nada.

Las pruebas están allí. Indecopi lo ha multado. La revista Jano, de donde tomó muchos de sus plagios, me confirmó las fechas de publicación de estos textos, y todos eran anteriores a los ‘suyos’. Eso es plagio.
El plagio, como decía Borges, es incluso un homenaje. Borges le plagió a medio mundo. Yo no siento haber plagiado a nadie. El texto de Willy Niño es un trocito así (y, con los dedos, marca unos tres centímetros), el resto es mío.

Usted ha dado varias excusas. Primero dijo que había sido su secretaria.
En efecto, fue ella.

Pero luego usted dijo, en Caretas, “la secretaria fui yo”…
Eso puede haber sido una distorsión periodística. No puedo decir que los periodistas son ángeles.

Luego dijo que era una campaña fujimontesinista…
Me refería al ambiente, no a que lo hayan hecho o Fujimori o Montesinos. Lo que quería decir era que ellos dejaron un ambiente podrido en la prensa. Y no voy a decir que sea el caso de Perú.21, pero sí de los diarios chicha.

Señor Bryce, yo hice la investigación, y no soy fujimontesinista. Si reconoce que plagió no será menos escritor…
Mira, viejo, si quieren que me disculpe por algo que no hice, me disculparé; pero yo no siento haber plagiado a nadie. Esto algún día se aclarará. Acá ha habido un montaje siniestro.

Sí reconoció un plagio: el que hizo contra el embajador Oswaldo de Rivero.
Ese fue un error. Le escribí, y allí sí me disculpé e hice público mi error.

Si usted es inocente, ¿por qué Caretas, después del plagio contra Carvallo, dejó de publicar sus textos?
La razón es que mis textos eran muy largos y nos les gustaban. Además, no los publicaban porque estaban muy mal económicamente… esa es la razón que me dieron. Si usted supiera la cantidad de artículos míos plagiados…

Que otros pequen no lo hace santo.
Si cree que son textos de otros y no míos, está en su derecho.

No lo creo, lo he comprobado.
Otros me han dicho, “si has cometido este error, reconócelo”; pero yo no considero que haya plagiado a nadie. No le dejo de dar la razón a usted; sin embargo, no acepto que esto sea la total realidad. No le estoy diciendo que miente –por favor, entiéndame bien–; pero quiere que acepte algo que no puedo aceptar. Cuando me equivoco, lo acepto.

¿Cree que yo soy parte del ambiente podrido que denuncia?
No, viejo, haces tu trabajo y actúas de buena fe. Solo estás equivocado.

¿Sigo siendo su amigo?
Por supuesto. No niego la amabilidad de su entrevista. Esta es muy sincera y usted la quiere acabar con una confesión que yo no estoy dispuesto a dar. Yo no puedo ir en contra de mi verdad.
Le confieso, señor Bryce, que lo admiro como escritor, que lo quiero como amigo; pero hoy lo respeto menos.
Qué se va a hacer, lo siento muchísimo; pero si hago lo que usted pide, a lo mejor, pierdo más que su afecto.
Por Gonzalo Pajares.