David Alonso De la Cruz

sábado, 10 de abril de 2010

"He sufrido mucho, pero no me arrepiento de lo hecho"

Alfredo Bryce: "He sufrido mucho, pero no me arrepiento de lo hecho"
Una vida de novela (Aguilar) es un libro que celebra sus 70 años y resume la trayectoria de un hombre que vive exageradamente.

Escribir mi nueva novela ha sido un pajazo. Le faltarán unas cien páginas. Debo dejarla reposar, la escribí durante los últimos tres meses, y poquito más y la acababa. Es una historia que tengo en mi cabeza desde que escribí Un mundo para Julius. Su teoría es la siguiente: en el Perú, en América y en el mundo, las más grandes fortunas –claro, las peruanas son enanas, no hemos salido ni en el Forbes latinoamericano, tenemos unos ricos de pacotilla– no duran sino tres generaciones: el que la hace, el que la consolida y el que la derrocha. El último ejemplo conocido es el de la familia Prado”. Así se inicia nuestra conversación sin censura con Alfredo Bryce. Estamos en su “palomar’, un bello estudio que copió –hasta en los muebles, las ventanas y el color de las paredes– de un palacio italiano. Duró cinco horas y terminó con cinco vodka tonics en nuestros cuerpos.

Usted se caracteriza por sus personajes entrañables –Julius, Martín Romaña, Manongo Sterne, Felipe Carrillo–. ¿Quién lo es esta vez?
El abuelo, el que crea la fortuna. Una vez que la hace, y ya viudo, se dedica a la parranda, a juguetear con la vida y a fregar al hijo. Y vive más de cien años, o sea que jode bastante (risas). Es más, muere en una orgía, celebrando sus 101 años y escandalizando a sus hijos.

¿Controló su materia narrativa?
Mis otras novelas estallaban, se iban por las ramas. Esta no. No tengo sino 300 páginas, y con cien más estará terminada. Pero han sido las novelas más largas las que más han gustado.

Quizás porque son como usted: desmesurado, exagerado, y el irse por las ramas les da sentido a las experiencias de sus personajes, tal y como hacía su admirado Stendhal…
Stendhal está detrás de mucho de lo que he escrito. Es uno de los autores que más me fascina, a él vuelvo siempre, sobre todo a La cartuja de Parma, tanto así que, aunque a usted le parezca por esto un cojudo a la vela, cuando la terminé de leer la puse sobre una mesa y empecé a aplaudirla (risas).

Stendhal creó una Italia. Chus Visor dice que usted escribió, en París, historias bien peruanas, pero ambientadas en Francia…
Uno peruaniza todo lo que toca. Vayamos al monstruo, al grande, al poeta Vallejo, que más peruano no podía ser. Cuando tocamos a Vallejo, nos muerde. Es el autor peruano que más releo. De repente estoy escribiendo, me he quedado perdido, me paro, leo un poema de Vallejo y sigo escribiendo. Me siento, con él, muy en el Perú.

¿Qué más le da Vallejo?
Siento que es un poeta que solo los peruanos sabemos leer bien. Qué le pueden interesar a un extranjero versos como: “Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)” (risas). Esto solo a los peruanos nos puede conmover. Nadie se ha reído de Vallejo; a lo sumo lo han encontrado incomprensible (risas). Vallejo era un dandy, un hombre súper alegre, con amigos muy ricos, un súper Don Juan, andaba enamorando a todas las chicas de Montparnasse y siempre era novio de alguna panadera para que le diera el primer baguette de la mañana. O sea que comía caliente y a su hora (risas). Lo del Vallejo triste es un mito. Él tuvo dificultades en París, pero, ¡quién no las ha tenido!, y daba consejos para ser un dandy: “No bajen del metro hasta que esté bien parado, porque se gastan los zapatos con el roce de la pista. No se sienten mucho porque sale un brillo en el fundillo (risas)”. Una vez me quedé en una casa que había sido de magnates y me dijeron: “¿Desea quedarse en la habitación de Vallejo o de Neruda?”. Viejo, yo rechacé la oferta porque vaya a saber uno si esas camas estaban desinfectadas: Vallejo tenía tisis, tenía de todo (risas).

¿Quién influenció más su vocación?
Mi madre. Ella fue mi salvadora. Mi padre se opuso profundamente. Tuve muchos problemas con él, pero yo lo quería y entendía: solo tuvo tres hijos hombres, el mayor era un minusválido; el segundo, un gran criollo que no trabajaba, que terminó la primaria con las justas, y yo. Jamás me iba a enfrentar con él. El creía que los hombres venían con su carrera bajo el brazo. Cuando me fui a Europa, mi padre creía que era por un año o dos y que volvería a mi vida “normal’. Pero quien me consiguió la beca para Europa y luchó contra mi padre fue mi madre. En París recibí una carta bellísima de mi padre, quien era el hombre más parco del mundo. Allí me decía: “Entendí, querido hijo, que eres un hombre distinto a mí. Eres tú mi mejor hijo, sigue tu camino, sigue para adelante”. Al poco tiempo murió.

¿Cuánto de ficción hay en sus relatos sobre el real Alfredo Bryce?
Eso no lo sé. En mi vida, la realidad y la ficción están confundidas. Y esto nos pasa a todos los escritores. Hay realistas como Vargas Llosa, que no inventa nada. Otros, como García Márquez, que todo lo inventan. El Gabo es el más grande mentiroso de la Tierra.

La mamá de Gabo dijo que Vargas Llosa era más mentiroso que su hijo…
La vieja defendió mal a su hijo. Por decir que Mario no tenía palabra, terminó echándole una flor a Vargas Llosa.

¿Usted también es un mentiroso?
También (risas). Mentiroso era yo desde chico. Recuerde que soy hijo de Arnaldo Alvarado, el corredor de autos. Cuando mis compañeros se enteraron de que no lo era sintieron pena, pues la historia era entretenidísima (risas).

¿Se arrepiente de su vida exagerada?
He pegado patinazos, he sufrido mucho, pero no me arrepiento porque todas las personas que he querido allí están, a mi lado, las sigo viendo. Incluso a mi amor prohibido en Francia…

Una noble, cuya familia lo trataba de miserable…
Exacto. Yo trataba de probarles que acá era “hijo de’ y me decían: “Váyase a la mierda” (risas).

Pero fue correspondido…
Muy correspondido… hasta hoy. Pegué capotazos y clavé la espada (risas).
Por Gonzalo Pajares Cruzado.


Alfredo Bryce: "El plagio es un homenaje"
El escritor peruano habla sobre los 32 plagios que realizó y que Perú.21 denunció. Aquí la defensa del narrador.

Corrían los primeros días de julio de 2006 y una denuncia remeció, como un temblor, el ambiente literario: Herbert Morote, un ensayista y dramaturgo peruano, denunció a su amigo Alfredo Bryce por plagiar extractos de su texto inédito Pero… ¿tiene el Perú salvación? Bryce negó la acusación y llamó a Morote desleal.

Pero el terremoto llegó en marzo de 2007. Esta vez, el embajador Oswaldo de Rivero acusó al novelista de haber plagiado su texto Potencias sin poder. Bryce aceptó su culpa y responsabilizó a su secretaria. El 22 de marzo de 2007, Perú.21 hizo públicos tres plagios más (todos a periodistas españoles de La Vanguardia).

A lo largo de ese año y del 2008 –y con la ayuda de la chilena María Soledad de la Cerda–, Perú.21 denunció, en total, 32 plagios. El último, a su amigo Fernando Carvallo, fue hecho público en enero de 2009, justo cuando Indecopi multó a Bryce con S/177,500 por plagiar 16 textos. Aquí, la defensa del narrador.

¿Llegó el momento de reconocer sus plagios y de ofrecer disculpas?
Pero yo no he plagiado nada. No puedo ofrecer disculpas. Me han armado un lío, un juicio que he apelado, y espero que esto algún día se aclare. A mí no se me notificó, algo inconstitucional…

Los argumentos de su defensa son que fue mal notificado y que Indecopi no tiene competencia, pues los artículos plagiados fueron publicados fuera. Eso es un asunto de forma. Perú.21 investigó el fondo y descubrió que no son ni uno ni dos, sino 32 textos…
… Que he escrito yo. ¿Quién se ha quejado? Nadie.

Sí se han quejado, empezando por el señor Willy Niño, a quien usted le plagió un texto sobre Cortázar.
Mira, viejo, sobre Cortázar he dictado clases antes de que nacieras.

Por eso, ¿por qué copiar un texto sobre alguien del que sabe tanto?
Es que no lo copié. En Oiga, donde se publicó, mezclaron los textos de Willy con algo mío. Es un error del archivo de la revista. Él (refiriéndose a Willy Niño) se lanzó contra mí –siendo un íntimo amigo mío– y, luego, se dio cuenta de que había metido la pata.

Es que sus amigos y sus lectores lo quieren y le perdonan todo.
Qué querido, si me han dado de alma.

También plagió un texto de otro amigo suyo, el señor Fernando Carvallo…
Él aclaró que ese texto lo habíamos escrito juntos…

Yo hablé con él y me dijo: “Soy muy amigo de Bryce, hemos compartido tantas cosas y, por esta amistad y lealtad, no voy a decir nada contra él”…
Mire, yo he podido escribir 600 textos como el de Carvallo.

Entonces, ¿por qué lo plagió? Yo me comuniqué con los españoles Jordi Cebria y Víctor Cabré, quienes me confirmaron que usted les plagió el texto La estupidez perjudica seriamente la salud. Igual con Jordi Urgell, a quien le copió América Latina: ¿regresando al pasado para enfrentar el futuro? Usted plagia desde los 80…
Si me culpan de plagiar 32 artículos, pruébenlo. No me han probado nada.

Las pruebas están allí. Indecopi lo ha multado. La revista Jano, de donde tomó muchos de sus plagios, me confirmó las fechas de publicación de estos textos, y todos eran anteriores a los ‘suyos’. Eso es plagio.
El plagio, como decía Borges, es incluso un homenaje. Borges le plagió a medio mundo. Yo no siento haber plagiado a nadie. El texto de Willy Niño es un trocito así (y, con los dedos, marca unos tres centímetros), el resto es mío.

Usted ha dado varias excusas. Primero dijo que había sido su secretaria.
En efecto, fue ella.

Pero luego usted dijo, en Caretas, “la secretaria fui yo”…
Eso puede haber sido una distorsión periodística. No puedo decir que los periodistas son ángeles.

Luego dijo que era una campaña fujimontesinista…
Me refería al ambiente, no a que lo hayan hecho o Fujimori o Montesinos. Lo que quería decir era que ellos dejaron un ambiente podrido en la prensa. Y no voy a decir que sea el caso de Perú.21, pero sí de los diarios chicha.

Señor Bryce, yo hice la investigación, y no soy fujimontesinista. Si reconoce que plagió no será menos escritor…
Mira, viejo, si quieren que me disculpe por algo que no hice, me disculparé; pero yo no siento haber plagiado a nadie. Esto algún día se aclarará. Acá ha habido un montaje siniestro.

Sí reconoció un plagio: el que hizo contra el embajador Oswaldo de Rivero.
Ese fue un error. Le escribí, y allí sí me disculpé e hice público mi error.

Si usted es inocente, ¿por qué Caretas, después del plagio contra Carvallo, dejó de publicar sus textos?
La razón es que mis textos eran muy largos y nos les gustaban. Además, no los publicaban porque estaban muy mal económicamente… esa es la razón que me dieron. Si usted supiera la cantidad de artículos míos plagiados…

Que otros pequen no lo hace santo.
Si cree que son textos de otros y no míos, está en su derecho.

No lo creo, lo he comprobado.
Otros me han dicho, “si has cometido este error, reconócelo”; pero yo no considero que haya plagiado a nadie. No le dejo de dar la razón a usted; sin embargo, no acepto que esto sea la total realidad. No le estoy diciendo que miente –por favor, entiéndame bien–; pero quiere que acepte algo que no puedo aceptar. Cuando me equivoco, lo acepto.

¿Cree que yo soy parte del ambiente podrido que denuncia?
No, viejo, haces tu trabajo y actúas de buena fe. Solo estás equivocado.

¿Sigo siendo su amigo?
Por supuesto. No niego la amabilidad de su entrevista. Esta es muy sincera y usted la quiere acabar con una confesión que yo no estoy dispuesto a dar. Yo no puedo ir en contra de mi verdad.
Le confieso, señor Bryce, que lo admiro como escritor, que lo quiero como amigo; pero hoy lo respeto menos.
Qué se va a hacer, lo siento muchísimo; pero si hago lo que usted pide, a lo mejor, pierdo más que su afecto.
Por Gonzalo Pajares.

1 comentario:

Guely of Sweden dijo...

Este artículo me lo pasó el Cuy. Muy bueno no? bueno que Usía lo difunda en su tribuna.