David Alonso De la Cruz

martes, 16 de agosto de 2011

Los Borgias: Lucrecia








*- Lucrecia Borgia -






Desde su adolescencia, encarnó “la ferocidad de la lujuria y todos los sacrilegios del renacimiento”. Sigue siendo el símbolo fascinante de la vergüenza del papado.
La reputación de una asesina es buena, pues los gusanos temen a una dama así; pero la de una amante es peligrosa, pues, en lo más hondo de su ser, todos los hombres se amedrentan ante el amor de una mujer fuerte. – John Fauncer, Lucrecia Borgia.




Múltiples relatos existen sobre la vida de Lucrecia Borgia; sus contemporáneos la acusan de horrendos crímenes y esos testimonios fueron utilizados luego por escritores como Víctor Hugo, Alejandro Dumas, y Apollinaire, quienes popularizaron, siglos después, su escabrosa leyenda. Las siguientes palabras de Huysmans sintetizan la esencia de la leyenda de Lucrecia:


“… resume, por sí sola, toda la ferocidad de la lujuria y todos los sacrilegios del Renacimiento. Esta criatura tiene rasgos de sibila y bruja, de cortesana y bailarina, concentra en su porte, en su mirada, las infernales artimañas de los principados italianos y de la Roma pagana de los Papas. Es, realmente, más que una mujer, más que la ilusoria Papisa Juana, la encarnación de la Apostólica a quien Lucifer, parodiando el Evangelio, le dijo tres veces “apacienta mis machos cabríos”. Es la que asistió a los consistorios de los cardenales simoníacos, es el espíritu del Mal, ella es un símbolo, el símbolo de la vergüenza del papado”. (Citado por M. Praz en La muerte, la carne y el diablo)


Rodrigo Borgia sabía que el primer hombre con el que yaciera Lucrecia se convertiría en dueño de su corazón y de sus actos, que al entregarse a él además de su cuerpo le estaría entregando su alma, y que él, su padre, el Sumo Pontifice, debía asegurarse de que no le entregara también las llaves de Roma. De ahí que al no estar dispuesto a permitir que un extranjero reclamase su tesoro más valioso, Alejandro hubiera decidido que fuera uno de los hermanos de Lucrecia quien lo hiciera. (Mario Puzo, Los Borgia)*


El incesto es uno de los temas centrales de la leyenda de Lucrecia. La imagen de una hermosa niña de trece años con ojos vivaces y rizados cabellos rubios, participando de forma voluntaria y gustosa en turbias relaciones con su padre, el Papa, ejerció un oscuro y retorcido atractivo, para sus contemporáneos del siglo XV hasta nuestros días: El Papa Alejandro cogió la mano de su hijo y acarició con ella el cuerpo de Lucrecia; despacio, con suavidad. Primero la cara, después el cuello y sus firmes y pequeños pechos.... Lucrecia yacía con los ojos entornados, entregada al placer de las caricias de su hermano. Cuando la mano de César alcanzó su vientre y siguió descendiendo, Lucrecia abrió los ojos e intento decir algo, pero el temblor de su cuerpo detuvo sus palabras.


- Padre- susurró por fin- ¿Seguro que no es pecado sentir este placer? Prometedme que no iré al infierno.


-¿Acaso crees que tu padre pondría en peligro la inmortalidad de tu alma?. Lucrecia aceptó entonces gustosa, y sus relaciones con César se prolongaron durante mucho tiempo; parece ser que muchos de los crímenes y la infamias cometidas por éste tenían como trasfondo la pasión que sentía por su hermana, y ante la cual sucumbía como una marioneta entre sus manos, pues Lucrecia manejó a César a su antojo a lo largo de su vida. Incluso la noche anterior a su matrimonio con Sforza, la joven novia de trece años buscó con ánimo incestuoso a César: Lucrecia había pasado la noche anterior arrodillada ante la imagen de la virgen, suplicando perdón por haber recorrido a hurtadillas el túnel que la separaba de los aposentos privados de César para que su hermano la hicier suya una vez más. (Mario Puzo, Los Borgia)*



*Tomado del Libro titulado "MUJERES PERVERSAS DE LA HISTORIA" de Susana Castellanos De Zubiría. Edic. GRUPO Editorial NORMA, 2008.
*Para los que quieran contactarme y escribirme, pueden hacerlo en: delacruzmarin@gmail.com


No hay comentarios: