David Alonso De la Cruz

martes, 15 de febrero de 2011

".... nos enamoramos de quien lleva el cuerpo y no del cuerpo."

¿Qué soledad es más solitaria que la desconfianza?
GEORGE ELIOT







¿Por qué fallamos tanto en el amor? ¿Por qué tanta gente elige la persona equivocada o se enfrasca en relaciones tan peligrosas como irracionales? ¿Por qué nos resignamos a tener relaciones dolorosas? Creemos que el amor es infalible y olvidamos algo elemental para la supervivencia amorosa: no todas las propuestas afectivas son convenientes para nuestro bienestar. Nos guste o no, algunas maneras de amar son francamente insoportables y agotadoras, así tengamos instinto masoquista y vocación de servicio.
No estoy diciendo que estas personas no sean merecedoras de amor, lo que afirmo es que cualquier vínculo afectivo donde nuestros valores esenciales se vean amenazados es contraindicado para nuestra felicidad, sin importar cuánto amor le pongamos al asunto. Acepto que estar en pareja no es cosa fácil y que todos debemos “sacrificar” algo (se entiende, en un sentido constructivo) para que la relación prospere; no obstante, los modos de amar son especialmente difíciles de abordar y tolerar, incluso para los “enamorados del amor” que padecen todo estoicamente. Estos estilos afectivos disfuncionales desgastan al otro y le quitan su energía vital, lo acaban lentamente o lo confunden, hasta el punto de sentirse irracionalmente culpables o creer que sufrir por amor es un hecho normal y generalizado (como si amar y ser víctima fuera la misma cosa). Es cierto que todos poseemos “pequeñas locuras” personales y que nadie es perfecto, pero las formas de relacionarse que mencionaré van mucho más allá de una simple e inofensiva preferencia; no se trata de meras quisquillosidades: son actitudes altamente tóxicas para quienes deciden entrar en su juego afectivo. Reconocerlas nos permitiría tomar decisiones más sanas e inteligentes frente a nuestro futuro afectivo, ya sea evitando las relaciones, si aún no hemos sido flechados, o enfrentándolas, si ya estamos emparejados o involucrados afectivamente. Prevenir y afrontar, dos estrategias de supervivencia guiadas por la razón.
Se nos ha insinuado que hay que aceptar a la pareja tal y como es, y que no es conveniente pedirle que haga cosas que “no le nacen” o que no quiera hacer; es decir, que hay una esencia que debe acatarse por respeto al otro. En esto hay acuerdo, pero también hay condiciones. Diríamos aceptar el modo de ser de la pareja, siempre y cuando no tengamos que inmolarnos psicológicamente en el intento. Te acepto como eres, si esto no implica autodestruirme por hacerte feliz, porque si tu felicidad es inversamente proporcional a la mía, algo está funcionando mal entre nosotros. Frente a una incompatibilidad de raíz, la voluntad y las buenas intenciones no suelen ser suficientes para resolver el problema. ¿Cómo sostener una relación sana y apacible con alguien que se cree especial y único y sólo es capaz de quererse a sí mismo? ¿Cómo lograr una relación siquiera decorosa con quien te considera una persona desechable o con alguien cuyos sentimientos hacia ti oscilan constantemente entre el amor y el odio?¿Cómo sobrevivir a un amor hostigante que no te deja respirar o a un amor subversivo y ambivalente que no puede vivir “ni contigo ni sin ti”? ¿Cómo mantener una relación recíproca y cariñosa cuando tu pareja te impide expresar afecto? ¿Cómo vivir el amor en paz con alguien que te controla porque cree que eres un ser inútil e incapaz? ¿Te entregarías en cuerpo y alma a quien te considera un enemigo potencial y se arrepiente de amarte cada día de su vida? ¿Seguirías con una persona infiel que no es capaz de dejar su amante? ¡Hay tantos mártires venerados por la cultura del amor incondicional!.
Es innegable que no todos tenemos la misma concepción sobre lo que debe ser una buena relación de pareja. Hay quienes consideran que un vínculo basado en el amor es para toda la vida y, en consecuencia, no habrá límites para la tolerancia. Y están los que piensan que no es necesario morir con las botas puestas y que el amor nada tiene que ver con aguantar la irracionalidad y la patología del otro. Cada quien decide qué hacer y hasta dónde llegar, de acuerdo con su visión del mundo y sus creencias. No obstante, podemos llegar a un acuerdo sobre lo fundamental: una relación bien establecida será aquella en que ambos se encuentran satisfechos, pueden realizar sus proyectos de vida y no ven pisoteados sus derechos. Pero insisto: AMBOS.
¿A qué estilos afectivos negativos me refiero? A un grupo selecto y no tan célebre, porque la mayoría opera tras bambalinas. Quizás hayamos tenido contacto con algunos de ellos (ya sea porque fuimos víctimas directas de esos modos de amar o porque conocemos a alguien enganchado en una relación traumática de la cual no es capaz de salir) o nos resulten totalmente nuevos, así los tengamos rondando nuestras vidas y acechándonos en silencio. Concretamente hay ocho estilos afectivos, que son considerados lesivos y PELIGOROSOS para el bienestar emocional de las personas:
Histriónico/teatral (amor hostigante), paranoico/vigilante (amor desconfiado), pasivo/agresivo (amor subversivo), narcisista/egocéntrico (amor egoísta), obsesivo/compulsivo (amor perfeccionista), antisocial/pendenciero (amor violento), esquizoide/ermitaño (amor desvinculado o indiferente) y limítrofe/inestable (amor caótico).
Cada uno de ellos lleva implícito uno o varios antivalores que se oponen a un amor pleno y saludable.
Quienes poseen estas maneras de amar pueden llegar a desempeñarse muy bien en ciertas áreas específicas y, por eso, la sociedad los acepta, e incluso, los exalta como modelos a seguir. Pero su mayor incidencia, su verdadera problemática, se hace evidente en las relaciones interpersonales íntimas, básicamente, en el ámbito familiar y de pareja. Como dice un viejo refrán popular: “Luz de la calle, oscuridad de la casa”. De puertas para adentro, en el mundo privado del amor, las máscaras se caen y la alteración se destapa. Por ejemplo, los individuos narcisistas suelen ocupar cargos importantes en empresas o en política, gracias a su enorme competitividad y afán por el poder, pero lastiman profundamente a sus parejas debido al egoísmo y egocentrismo crónico que los caracteriza. Los sujetos obsesivos/compulsivos alcanzarán un excelente rendimiento en aquellas tareas donde el perfeccionismo y el control sean un requisito importante; sin embargo, cuando trasladan a su hogar el mismo patrón de exigencia, terminarán presionando a sus seres queridos y creando un clima supremamente estresante. Las personas histriónicas poseen grandes habilidades para realizar actividades relacionadas con el teatro, el cine, la televisión o cualquier otro medio donde sean el centro de atención y les permita “conectarse” con el público, pero en la vida amorosa tendrán serias dificultades para relacionarse tranquilamente y respetar los límites de la pareja. Un individuo paranoico se destacará en tareas donde la vigilancia y la desconfianza sean requisitos fundamentales para un buen desempeño, pero la convivencia con ellos puede convertirse en una experiencia aterradora y asfixiante.
Por último, nos quedamos con tres preguntas que son simples y a la vez profundas: “¿Cuál es l amanera de amar a mi pareja?”, “¿Cuál es mi manera de amar?”, “Hasta dónde podemos estar juntos, sin hacernos daño?”. Si vemos las cosas como son, sin sesgos ni esperanzas ingenuas, podremos tomar decisiones correctas orientadas a mejorar nuestra calidad de vida, así a veces nos duela o incomode el camino a seguir y que tenemos el derecho a ser felices. Este es el bien supremo que nadie podrá quitarnos, aunque sea en nombre del amor.

*Para los que quieran contactarme y escribirme, pueden hacerlo en:
delacruzmarin@gmail.com

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