David Alonso De la Cruz

jueves, 24 de septiembre de 2009

Conociéndome

Tenía que ser justo el día del Padre, por la noche cuando paseaba por el boulevard de Magdalena con mi novia al encontrarme con el hermano menor de un amigo de la promoción del colegio, al saludarme este, me abrazó y felicitó por el día, mirandola a mi novia, me sacudió la mano complíce diciéndome muy linda tu hija. Fué ahí repentinamente que tuve un vuelco de mi vida pasada, y recordé muchas cosas de mi pasado en breves segundos, hasta pude comparar la escena donde el actor Shia LaBeauf (El mismo de TRANSFORMERS), pero que en la pelicula de "Indiana Jones y el reino de la calavera de Cristal" donde en un momento de acción tras la huida de los agentes rusos en la cafetería llena de jóvenes, le dice a Harrison Ford, o sea "Indiana"; -ABUELO suba rápido a la moto-, o algo por el estilo, esa escena se me quedó tan grabada, porque aún me imaginaba estar al lado de un amigo que vivia en Magdalena pero que las circunstancias de la vida y toda Europa lo alejaron de mi amistad, pero que el tiempo lo reemplazó por Jaime, él menudo y flacuchento piurano poeta y loco amante del sexo, por convicción. Y todo eso se me vino a la mente mientras el hermano del compañero de colegio me sacudía la mano y yo no sabía si rectificarle que mi hipotética "hija" era más bien mi flamante novia, que faltaba sólo que termine su carrera y graduarse, para casarnos y ser felices como chanchos en París. Sin embargo, se me fué más fácil evocar todo eso incluyendo la escena entre Shia LaBeauf y Harrison Ford, que me dejó con sabor añejo a una buena amistad cultivada producto de la adversidad de una relación mantenida con un querer de mi época cuando frisaba los 32 años de edad. A mi regreso de Europa. Si no hubiera sido por ella, jamás hubiera conocido a Jaime, quién logró suplantar, sin querer, a mi amigo de Magdalena que se fué por las locas ilusiones que lo sacaron de su barrio.... Y Jaime, asi con su forma tacirturna y escueta brevemente en sus monólogos, lo aprendí a admirar por su brillantes en el arte, y la fascinación por la literatura, y sobre todo por el respeto amical que tenía hacia mi persona y sobre todo porque nunca marginamos nuestra amistad a una mera burla o vulgaridad de nuestra cotidianidad. Supo escucharme en el peor de los momentos cuando la chica de ese entonces, que amaba con pasíon, en cuerpo y alma, con toda mi bravura espiritual, a quíen me entregué con mi corazón lleno de felicidad por ella, ella que me envió el sol latino en una cajita de fósforos INTI, hasta Eskilstuna en Suecia, cuando radicaba en Europa hacía un año y medio, ella que supo esperarme porque cuando la conocí cultivaba el arte también al igual que Jaime, y eramos cómplices de interminables y largas tertulias literarias en las afueras del Museo de arte del centro de Lima, todos los sábados. Jaime cuál Indiana Jones me acompañó incluso a ese hueco de mala muerte, discoteca antro en la Avenida La Marina, para olvidar las penas, a conocer mujerzuelas para olvidarme de ella, su amiga, nuestra amiga la cual me enamoré perdidamente, antes de lo inevitable del destino aciago jamás antes habia salido en una cita cuádruple con él, salvo esa noche posterior a mi desdicha romántica, que fuimos a ese local mencionado como un par de buenos amigos; tras bebernos cinco jarras de cerveza, tuvo paciencia de monje tibetano para escucharme y ponerme la mano sobre el hombro. En fin, esta chica pese a su fragilidad, lo turbulento de su infancia, la carencia de un padre amado, y la brutalidad con que su madre la cuidaba de manera sobreprotectora, hacia en mi, quererla más, porque en esas épocas, me vine como si fuera un santo y sentía que tenía la facultad, el poder Divino de salvarla, me sentía un adolescente que no sabía velar primero por mi vida y dejé que ella, la chica consumiera mi autoestima, que con gusto se la entregaba para curarla y sanarla de todas sus heridas en la vida a sus 22 años de edad. Ella que cuando me quedaba contemplando el color negro de sus ojos de topito, juraba escuchar los acordes del vals "El danubio azul" de Richard Wagner. Pensé ingenuo que me amaba, pensé que podríamos soporta los altibajos de toda relación, pensé que tomaría mi mano y juntos pasaríamos todos las calamidades de la vida que se presentaran ante una pareja que se juraba el más inmaculado amor, el más puro de todos los romances del mundo, pensé que ella, la chica de risos de Alicia en el país de Infortunio, la chica de mirada de topo ciego, la chica de carita de cuy drogado, la chica que solía arrebatar una ternura de la que jamas experimenté a mi regreso de Europa, la chica cuyo timbre de voz de lo más chillona aún cuando se encontraba eufórica y violenta en aquellos días que discutía con su madre y abandonaba la casa de su tio Pocho, y yo trataba en vano con toda mi santa paciencia y amor inagotable (cándido pensaba eso), la calmaba cuando venía a casa todos los sábados y fines de semana, y pensaba que era la chica que mantenida y aferrada a mis manos, caminaríamos juntos sorteando los temporales y maltratos de la vida cruda, porque le tenía fe, una fe ciega que me hiso a la larga mucho daño, un daño irremediablemente con olor a traición, no porque se fuera con otro, sino una traición de los sentidos, del amor, del mar querer, de la ofuscación de no saber que hacer y sólo llorar y pasarsela toda la tarde del domingo aferrado a sus muñequitos y a su mandil del jardín que usaba cuando niña, y abrazando esas cositas de ellas, llorando y llorando por no haber tenido todas las facultades divinas (que pensaba tener por haber venido de la tierra de los vikingos), pero vano fueron todas las lágrimas desperdiciadas por ella, no la culpo, no porque la amaba, sólo lloraba como un niño al que le robaron su mejor juguete entre la multitud y la vorágine de la vida. Lloraba por ella, lloraba por el amor truncado, lloraba por su pasado tormentoso y la impotencia de traerle días despejados con sol radiante, con el mismo sol que ella me donó una vez by airmail. Lloraba y eso creo desesperaba más su insensatez, su pasado que la condenaba a estar sola de por vida y la cegaba a la vez su incapacidad por sentir que la amaba con toda mi pasión de aquél entonces a mis 32 años y ella de 22 años, lloraba debido a la testarudez y la insania de su frialdad ante mis súplicas de que no me abandonará en medio de la calle, como un mozalbete perdido en Miraflores tras un desfile de Wong por fiestas patrias. Lloraba aún por el auricular, súplicandole sólo que me extendiera la mano para caminar juntos, y luchar por todo ese amor que valoré como se valora una comunión de domingo, como se ama a una hermana, a una amiga, como se ama a una mujer con sus virtudes y defectos, pero ella, ahi, incólume, odiándome por llorarle, hiriéndome por amarla, ella, la chica de mirada de topo ciego que iba a ser la dueña de la casita feliz como chanchos, ella a quíen supe dedicarle mi entera vida de 32 años, ella, me lo estropeó todo con su insana y destruida incapacidad de tolerar el amor subime. En esos momentos, entre la infinidad de amistades que tenía cerca o lejana, sólo uno pudo comprenderme y entenderme a cavalidad, y ese que me tendió la mano amiga, que brindó el calor de la posada de su enorme humildad amical, su atención serenamente madura, su calma, su oidos para escuchar mis temblorosas palabras sin sentido ante la indiferencia de ella, ese hermano amigo, fue Jaime, Jaime que estuvo siempre a mi lado, invitándome a llorar a su casa, para no llorar en la rotonda del Parque Kennedy en Miraflores. Él, pudo darme el hombro para aferrarme ante tanto desconsuelo, por que creanme señores jueces de la vida, creanme que la amaba a ella. Con toda mi vida, con cada poro de mi cuerpo, la amaba como se amaba a un cervatillo o a una mujer esplendorosa. Pero, ella debido a su levedad y dejadez bipolar, me abandonó por las calles de Larco, y subío a su combie rumbo a Chorrillos, y yo que por poco me convertiría en un número más que acumularía la tasa de suicidas del puente Ricardo Palma. Si no hubiera sido por Jaime que esa tarde, acudió a mi llamada desde teléfono público, se vino desde Ate a Miraflores como si Superman le hubiera alquilado la capa, porque llegó despeinado y la camisa afuera cosa rara en él, y me escuchó y me reveló que la había llamado a su casa antes de salir, y ella le gritó, lo insultó y lo tildó de cobarde por no hacerle caso a ella, y en lugar de eso prefirío venir a verme porque él, también era mi amigo y sentía que lo necesitaba, porque cuando hay dos amigos verdaderos aún en las malas también se apoyan y no sólo se va corriendo a encontrarse con él para ir a tomar a un bar de mala muerte en el centro de Lima, o al Queirolo, no, los reales amigos estan en todo. Y fué así que desde aquella vez, esa fortuita y desatroza tarde de domingo, dejé de verla a ella, la chica bonita con ojos de topito ciego. Cuyos recursos dramáticos tan pueriles y tontos logró convencer a todos que yo era el ser más despreciable de su entorno. Y estaba en lo cierto ella; fuí realmente yo el que había estado destrozando su existencia y atormentándola constantemente con mi empalagozo amor, mi fidelidad, cariño y su inapetencia fue el desbalance de percibir que la amaba como si fuera mi princesa y yo un rey sin reynos. Mi pecado amarla con mi verdadero ser, un minimo error, una tonta equivocación, un mal entender confuso de mal llamado celos, y ya estaba presta a hincarme con su daga venenosa de recuerdos infantiles, pero ahi quedo todo, Jaime supo darme lo que más necesitaba en esos momentos; amistad. La mano de un amigo, cubre todo. Y por ello desde esa noche triste cuando ella se marchó definitivamente de mi vida, han pasado ya casi once años, pero doy gracias a la vida y al destino por tener aún cerca al amigo que no perdí, ante las necedades de una mujer que cambió todo por dejarse vencer de los recuerdos malévolos de su infancia y adolescencia cual pétalos de una flor del mal, una flor maldita. Ya más de 10 años han pasado desde que ese día que Jaime acudío a mí para salvarme. Nunca más la volví a ver a ella. Soy un ser muy romantico, extremadamente sensible, profundamente convencido de que el amor es la gran fuerza que mueve al cosmos, muy creyente de la vida en otras dimensiones y espacios, por lo que suelo conectarme mucho con lo extrasensorial y/o "enamorarme" con toda mi fuerza del "SER" que necesite del afecto y comprension, pero eso si, soy muy leal y no me gusta aunque no lo crean formalizar un compromiso si es que no hay alegato de LEALTAD MUTUA. Bromista y muy tierno en muchos aspectos de mi vida. Atento a las peores calamidades y eventos de la cotidianidad. Muy complejo y un ser mediaticamente autista a la vez. Una gran mujer de mi pasado temprano, dijo algo bello que conservo dentro de mi:
"Soy todo un mar por descubrir y conquistar de la cual mujer estaria deseosa en zambullirse".
La belleza de la mujer solo se dice con tres palabras hermosa, como la expresión del sentimiento del que ama, del poder tan grande que le da la mujer a un hombre con solo decirle te quiero.
Con esas palabras se describe al sentimiento mas puro, porque el que no ama se ha perdido de la oportunidad que solo se brinda con saber que una persona siente algo especial por el otro, que su corazón explota, cada vez que lo ve sus pupilas se engrandecen, con tan solo mirar tu ojos sus labios ansían el carmín de los labios rosados y tiernos de la mujer amada.
Yo por eso les escribo a las mujeres, porque son la inspiración de mi vida, son las que llenan de alegría mi vida y me hacen sentir que estoy vivo, que sin ellas no podría vivir, sería como un ser sin sentido, en la vida estaría varado en el mar de la desdicha por no tener a la mujer amada.
Por eso les digo que solo la mujer es adorada por lo que es y no por lo que da, si así es no por lo que da sino por ser ella misma mujer le da a un hombre todo lo que desea tener y eso solo se hace con dos palabras.
*********TE AMO*********
Querida Catherine Johanna D.:

Por eso mi poema que con palabras raras da a entender el valor y la fortuna del hombre al tener a su lado una mujer que lo quiera, porque esas palabras nos hacen sentir que somos libres y que nunca estaremos solos.
Por eso quiero decirles, que si alguien dice saber como se describe a la mujer. Estará en el mismo error en el que estuve yo, porque a la mujer no se puede describir y mucho menos con solo tres palabras, gracias a ustedes puedo sentir que estoy en un error y me alegra.
En vez de defraudarme, me da la fuerza para comprender a las mujeres tan adoradas, solo por eso gracias y las amo por lo que son para mi y para el hombre en si.

*Dave.-

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