David Alonso De la Cruz

jueves, 10 de noviembre de 2011

La ternura es su máximo esplendor (Cómo cultivarla)

La Ternura
Dedicado para mi amiga del FACEBOOK Micaela Placencia Lara (My dear MiKaela with "K")*




Es mirar con los ojos de la humildad, contemplar con el sentir del alma, reconocer con la bondad del espíritu y vibrar con la nobleza del cuerpo. Al no tener la ternura desarrollada, aparece el temor, que es sabio como instinto, pero si persiste, solo nos habla de abandonar, quebrantar o huir. Por eso, es esencial que reaparezca la ternura, que para el bebé es el manto que lo cobija y contiene; en el niño, se transforma en el respeto que hace que valore la diferencia como un reto a aceptar y aprender. Además, se convierte en la nota clave de las relaciones con los demás. En el adolescente, es la mejor de sus aliadas para acercarse al sexo opuesto sin ofender ni lastimar. Al adulto lo proyecta de nuevo a la infancia, donde el gozo, la capacidad de sorpresa y el deleite de los sentidos le permiten comprender que la vida no es gris y fría sino, por el contrario, un arcoiris cálido y hermoso.
La ternura colma pero no embriaga, señala pero no se cansa, seduce pero no esclaviza, incita pero no miente, alienta pero no cobra, protege pero no daña, acompaña pero no perturba y aconseja pero no manipula.
En la vivencia plena de la ternura, se encuentra el anciano que ha gozado la vida y que ya no se deslumbra por el éxito efimero de lo material. Vivir la ternura, además de otorgarle el infinito gozo al organismo, puede eliminar lo que sobra al ser.




*En PSICONEUROINMUNOLOGÍA:
La ciencia médica ha empezado a reconocer que la manera de pensar y sentir influye directamente sobre nuestra salud, actuando sin restricciones sobre el sistema nervioso, sobre la inmunidad y sobre el sistema endocrino. Hay un camino para desintoxicarse de lo que nos sobra a nivel afectivo, que consiste en utilizar el amor en tres modalidades que se ha comprobado que actúan favorablemente en toda esta cadena de sistemas orgánicos.
Las tres formas son: el amor a uno mismo, el amor a los demás y a los demás y el amor a lo que hacemos en la vida cotidiana.
Amarse a uno mismo no significa narcisismo, orgullo o soberbia, sino simple y llanamente saber que uno mismo es lo más importante que cada ser tiene. Esta acción nos dará un sistema inmune fuerte, que nos protegerá de caer en las enfermedades autoinmunes, donde nuestro sistema de defensa se ataca así mismo. Si nos odiamos, nos recriminamos, nos reprochamos y nos menospreciamos; el efecto dominó desafortunado de estos sistemas se dejará ver. Amarse a sí mismo significa referirse a uno mismo en términos amables, darse alimentos adecuados, descanso necesario y sobre todo ser comprensivo con nuestras fallas. El maltratarse a uno mismo o "darse palo", como se dice popularmente, no beneficia en nada y solo aumenta la autoagresión y sus efectos desafortunados. Por supuesto que una complacencia e indulgencia para consigo mismo tampoco es la estrategia. El punto de equilibrio bien puede entenderse como un autocuidado responsable, una manera presente de la verdadera disciplina con amor que se sugiere a los padres y educadores para con los niños.
Amar a los demás es en realidad más sencillo que amarse a uno mismo, sin embargo, se enfrenta el obstáculo del odio y el rencor que tanto prevalece de manera fácil en todo tipo de relaciones. Bien se sabe como estos estados alteran nuestro sistema de defensa, aumentan la presión arterial y favorecen la aparición o agravamiento de múltiples enfermedades. El amor a los otros inicia con la simple y esencial tolerancia, se fortalece con el respeto y tiene su avance con la aceptación por la diferencia, pero no florece sin el perdón. Este perdón no es olvidar, justificar la acción del otro, o no negar lo ocurrido. Es, en realidad, recordar sin dolor, porque se ha aprendido la lección. Este perdón es en realidad la reparación total de la pena, es el aliento que acompaña a la soledad para todo tipo de bienestar. La estrategia del perdón es el secreto de la alquimia que nos conduce a la libertad espiritual. Así, se puede de nuevo desplegar ese amor a los seres queridos y hasta a la naturaleza, sin estar inhibido o alterado por la rabia y el dolor.
Ese amor; que es terapéutico y al que me refiero, es conocido en el Tibet como la compasión, que significa la acción consciente de ayudar a mitigar el sufrimiento del otro. Es un amor altruista, que no ata ni lesiona, sino que, por el contrario, libera. También es una forma de ternura que fácilmente se siente por los pequeños. Es tan saludable, que los cuidadores compasivos de enfermos son los que mejor la pasan en las epidemias.
En esencia el amor a uno mismo mejora el sistema inmune con claros beneficios para la salud. El amor a los demás, además de favorecer las correctas relaciones, nos da una excelente salud mental. Y el amor a lo que se hace es la clave para lograr la prosperidad. Si ese amor lleva ternura y compasión, la desintoxicación estará GARANTIZADA.


*Para los que quieran escribirme, pueden hacerlo en:
delacruzmarin@gmail.com

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