David Alonso De la Cruz

miércoles, 6 de julio de 2011

Les Bergers D´Arcadie (Et in Arcadia ego)

A los delfines, ballenas, leones y tigres que fueron diezmados por una humanidad inhumana







Si en estos últimos días me he sentido nostálgico fue debido a la circunstancia de recordar a Borges citándolo en aquellas líneas de “El inmortal” del Aleph y sentirme que en efecto no podré tener ese don para evitar que la arena cósmica del tiempo se lleve como polvo hasta el libro de arena, que hoy contemplo parado frente a mi biblioteca y todo eso, me carcome los sentimientos encontrados, porque hoy puedo retener con mis manos y leer esos pasajes de la noche de los dones, pero pasado mañana ¿Dónde quedará esa posibilidad remota de leerlo? Cuando nosotros mismos nos convirtamos en arena del polvo cósmico, e inclusive las flores del mal se marchiten con el paso de los días otoñales y los rayos tropicales del sol, y a Charles Baudelaire ya no tenga quien lo saque de su lugar en la tercera estantería del lado izquierdo de mi biblioteca y se quede ahí por la obcecación del tiempo. Y peor aún que el Quijote que fue reemplazado por aquella Biblia sobre mi mesita de velador, que estaba desde infante cuando creía en Dios y la inmortalidad, se me fue por los sabios consejos de un amigo que al final me guio por el sendero de la verdad, un amigo de verdad que hoy no se tiene, una amistad que suele escanciarse en la mesa de un emperador romano ó catar como un buen vodka svenska, aquel amigo que desde Estocolmo, no solo encontró su lugar en el mundo, su Avallon, su Thulé, supo con sortilegio de druida escocés, que después de esta vida ya nada hay, y oh pobre mi Alicia, pobre su espejo, pobre aquél espejo que había en mi dormitorio como monumento consagrado a Lewis Carroll y tantos otros que de nada serviría describirlos o citarlos aquí porque ya el tiempo se va como la arena de Borges. Si tan solo pudiera huir a una ciudad, salvando las obras del pintor Nicholas Poussin, hacia tierras dónde el tiempo no menoscabe la memoria. Macondo, podría ser, pero ni los cien años de soledad de Gabo pueden evitar lo inevitable, y todo eso, hasta el día de hoy; comprime mi razón y es el desdén que aterciopela de telarañas mi alma. Ni Friedrich Nietzsche, ni las acorde más conmovedores de Claude Debussy podría sacarme de mi habitáculo hoy que evocando a mis amigos que están lejanos, uno en una tierra norteña maldita y ramera y otro en una utópica tierra de bienestar. Lejos de mi están como para bebernos un coñac bajo los acordes de Tori Amos, interpretando su tema; “YOU BELONG TO ME” Y me salta la profunda locura de Henry Miller ó la de Ernest Hemingway y busco una escopeta, y lo más cercano que se pueda parecer a una escopeta en mi habitáculo es una varita de Harry Potter que venía con el tablero de ajedrez de Harry Potter. Cortesía (El diario El Comercio, Lima. Edición Limitada) Y me volvía a quedar petrificado ante el libro (otra vez los libros) de Anaïs Nin, y pienso en todos aquellos que tengo y leí y no podré volver a deleitarme visualmente con su lectura, siempre acompañado de un buen tema de música clásica que ya no viene al caso citarlos, porque el polvo del tiempo los volverá nada de aquí a tan solo 200 años y no 35,690 millones de años, cuando todo esto que vemos aquí no será nada, simplemente nada.
Ni todas las mujeres concupiscentes del mundo como citaba la escritora Susana Castellanos de Subiría en su libro; “NO TE DEJEN ENGAÑAR, CORAZÓN, POR SU MENTIR, POR SU LLORAR, NO TE OLVIDES QUE ELLA ES MUJER, NO TE DEJES CONVENCER” – Del tango “No te engañes, corazón.- Me han dejado roto el corazón como solo las únicas mujeres buenas, admirablemente virtuosas que se enamoraron de mi, pero por alguna razón y circunstancias partieron como parte el ave curada su ala rota; y yo resignado sonreí con el acierto de haber amado, y di las gracias al cielo porque las amé aunque ellas no supieron dar amor. Y en esos instantes quería una Geisha, pero no como la de Arthur Golden, no yo quería una “jaladita” como las de Tailandia, Singapur o al menos coreana, como las que salían en la televisión y yo presto grababa en Dvd y que ahora sé que esos Dvd, se harán polvo también como polvo si hicieron ayer las ilusiones de enamorarme de una jaladita asiática como las que mencioné.
Y se me destroza el corazón, saber que la mujer la única que amé con toda mi vida es una profesora que ama a su familia, y sus alumnos y dedicada a cabalidad a su carrera y me amo de verdad en su momento, tan solo por saber todo lo que sufrí por un angelito rusa que cayó del cielo escandinavo. Y me amo hasta que me cure yo o se curo ella y partió volando, y dejándome sin la compañía de su padre a quien más añoraba. Dejándome las ganas de conversar de futbol, de deportes, de música, de cine, de películas, de libros, y de todo eso que dentro 100 a 200 años será polvo. Y una lágrima volvió a recorrer el conocido camino de mi pálida mejilla.
Como la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, bailando una danza rota al estilo WEST LIFE, a veces sentía que ni las letras mas encantadoras me sacarían de este letargo, pesadez, y me ponía a leer los libros de Stieg Larsson pese a que las películas las tenía en Blue-ray. Prefería mil veces leerme los tres libros de corrido, vez tras vez. Pero no eran tan atinados como Dan Brown, que poco meses más tarde Raymond Khoury sacó de plano de mi velador, a Umberto Eco. Y me quedé con su “LA ORDEN DEL TEMPLE”. Pero seguía con esas pulsaciones que me llevaban a pararme nuevamente frente a mi biblioteca como Donnie Darko y me latía el corazón y las lagrimas otra vez que no me dejan ser razonable.
Suena el timbre, me pregunto ¿quién será? – Roma- He intento ser razonable, y avanzo unos pisadas hacia la izquierda cabizbajo hasta el espejo de Lewis Carroll, y trato de hallarla al otro lado del espejo a Lo, e intento tener la voluntad férrea de robársela a Humbert Humbert, al profesor ese que se la llevó en su coche, pero no logro verla allí pero si distingo a lo lejos los libros de Baigent, Leigh y Lincoln sobre un anaquel y el timbre que suena, y yo sin poder contestar porque el sollozo es cruel y alto. Y avanzo, avanzo hacia el borde de la ventana, para romper todo este sortilegio del mismo modo como Kurt Cobain una vez quiso hacerlo, pero es la melodía y la voz del contestador que me saca de ese quicio, y escucho el Underneath your clothes, de Shakira, cantando por Palomita, mi amiga del Facebook que intrigada por mí, ya que llevo meses sin responderle, llama en vano, en vano porque estos doscientos o cien años que se vienen harán polvo el arrullo de su amistad y no habrá señal que testifique cuanto la necesitaba en el momento más acertado y oportuno. Y deje el teléfono nuevamente timbrando. Y volví a pararme frente a mi biblioteca, contemplando esta vez la otra parte de la pared, toda la colección de discos, dvds, blue-rays y no quise ni pensarlo a dónde irían a parar cuando partiera. Añoré las frías noches inescrutables de los templarios, añoré la férrea voluntad de la castidad, la valentía del guerrero que a forjas de espada y escudo amanecían en medio de tierra santa, tan solo porque le hicieron creer que a un Dios debían su valentía y fervor. Y añore con lágrimas al templario desconocido que murió bajo esas ardientes arenas, quizá las misma arena de Borges. Y quedo frente a frente, me quede mirándome, mientras el teléfono dejó de sonar ya para siempre.

WRITTEN BY: David Alonso De la Cruz.

*Para los que quieran contactarme y escribirme, pueden hacerlo en: delacruzmarin@gmail.com

2 comentarios:

Guely of Sweden dijo...

Finalmente una diatriba de colección!! Y no tanto porque me sienta aludido como porque resumes esos muchos cultos que compartimos. Va pa la peña!!

Alberto Vizcarra dijo...

- Chito, ya no mencionas a los VHS, puro dvd no ma'.
- Tratando de ayudar, todas esas cosas terminaran en la arena: La Cachina, asi otros peregrinos de la "nueva generacion" vendran y lo compraran, algo como un circulo de oferta y demanda, aunque para "aquel" tiempo sera una rareza comprar un libro, ya que la onda es USB y toda esa nota "sin clase".
- Larga vida charrito, que aun falta el aplauso.