"Uno aprende a caminar caminando, asi como aprende a leer leyendo y, todavía más, a amar la lectura leyendo. Aprendí a leer los libros que tenía que leer por razones profesionales, primero con respeto y luego con franca simpatía. Al final, me convertí en un apasionado de los libros y esa pasión devoro mi vida en los últimos cuarenta años."
Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única. -Jorge Luis Borges-
Hace más de 30 años, y en medio de una entrevista, un periodista peruano intentó cambiarle de tema al escritor –quien se había ensimismado en un solo asunto– y le dijo: “Perdone que haga una digresión…”. Este, mirando al vacío a causa de su ceguera, le replicó con amabilidad: “Varias digresiones, por favor. Para eso estamos”. Así era Jorge Luis Borges, el vanguardista escritor argentino que nació en el último año del siglo XIX, un día como hoy. HISTORIA DE SU ETERNIDAD. Nacido en Buenos Aires, en un barrio marginal de inmigrantes, Borges fue precoz desde su juventud: a los nueve años ya había hecho una traducción libre de El príncipe feliz, de Wilde, porque creía que siempre era posible mejorar lo dicho en otra lengua. Y luego, ya en Europa, aprendió el idioma alemán solo con un diccionario. Su estadía en Suiza, donde viajó para que su padre siga un tratamiento contra la ceguera –mal que él luego heredaría–, coincidió con la Primera Guerra Mundial y la aparición de las vanguardias artísticas. De allí tomaría esa influencia simbolista y transgresora que en el futuro se puliría en sus obras. Borges regresó a Buenos Aires a comienzos de los años veinte, y fundó varias revistas literarias y filosóficas. Cambió su modo de escribir y se enfrascó en un cierto regionalismo relacionado con los suburbios de su ciudad. Incluso compuso tangos y milongas, a los que trató de eliminar lo que él llamaba la “insoportable sensiblería de sus letras”. Luego se inclinó a especular con lo fantástico, y así escribió Historia universal de la infamia (1935) –colección de cuentos basados en criminales reales–, Ficciones (1944) y El aleph (1949). Siempre cuentos y nunca novelas, porque, según decía, no valía la pena tanto tiempo y esfuerzo en una historia que fácilmente se podía contar en unas cuantas páginas. SENDEROS QUE SE BIFURCAN. Para cuando Borges escribió sus obras más importantes, lo hizo casi ciego: desde los 30 años ya había comenzado a perder la visión, por lo que incluso tuvo graves accidentes. Borges recordaría esos años como “un lento crepúsculo que duró más de medio siglo”. Aun así, se las arregló para seguir escribiendo y empaparse en otros libros: se las hacía leer en voz alta. Su ceguera congénita tampoco le prohibió trabajar en la Biblioteca Nacional de su país. Sin embargo, su constante rechazo a Perón le cambió la vida: el gobierno lo degradó al cargo de “inspector de aves de corral y mercados’, mientras que su madre y hermana eran acosadas por la Policía. Imposibilitado de seguir trabajando como antes, Borges tuvo que convertirse en profesor y conferencista itinerante por todo el continente, logrando superar –no sin ayuda médica– su más grande terror: hablar ante los demás. UTOPÍA DE UN HOMBRE CANSADO. Famoso ya por su producción –en 1951 publicó La muerte y la brújula y, en 1975, El libro de arena–, Borges viajó por todo el mundo y se convirtió en un reconocido catedrático en Europa. Tanta era su fama, que desde 1970 figuraba como favorito para ganar el Premio Nobel de Literatura. Pero la Academia Sueca pareció olvidarse de su existencia, aun cuando Borges era nominado por años consecutivos: al parecer, fue excluido porque aceptó un premio de manos del dictador Augusto Pinochet. Ya anciano, Borges se estableció en Ginebra, Suiza, y se casó con una ex alumna y secretaria suya: María Kodama. En esa ciudad moriría el autor, en 1986, por un cáncer hepático, y es allí donde está enterrado. Y sería Kodama, su viuda, quien, en el 2009, se opondría a que sus restos sean trasladados a Argentina: los peronistas en el poder –el partido político que le cerró todas las puertas en su momento–, ahora pretendían repatriarlo por intereses políticos. Al final el proyecto se canceló. Sin duda, olvidaron que Borges sigue vivo en sus libros.
2 comentarios:
Borges hablando de Steiner y la Antroposofía. Y pensar que mi trabajo es en una escuela antroposófica! Cómo el buen Georgie hubiera dicho: nuestra vida es un laberinto gobernado por el azar.
Realmente da mucho gusto saber que la vida guiandote por el sendero que aunque bifurcado, te hace llegar a sitios como el que mencionas estas laborando, una escuela Antroposófica, me haces recordar a Sofia. Ya que la Antroposofía contesta hasta las más profundas preguntas del alma humana: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?.
Ciertamente, la Antroposofía es la sabiduría del hombre o lo que el hombre puede saber. Ya que, la Antroposofía es un método y no una doctrina de revelación, tampoco una religión.
Lo que me cabe preguntarle Maéss en que grado de evolución cósmica, y de las formas astrales, etérico-vitales y físicas te encuentras?? ¡Cómo para laboral en esa magna escuela!!.
FELICITACIONES....
Estar sometido a diversas pruebas relacionadas con lo que Rudolf Steiner llamaba el camino de la Iniciación. Debe ser fascinante,
estar sumergido en el mundo de la Teoría del conocimiento implícita de la concepción Goetheana del Mundo, Verdad y ciencia, Los enigmas de la filosofía, como Nietzsche, el luchador contra su época. La Teosofía, La ciencia oculta, del ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?, Directrices antroposóficas, etc., etc.
Finalmente; "Cuando algo concluye debemos pensar que algo empieza" como escribió Rudolf Steiner, nos da la idea de que no sabemos lo que vamos a ganar ni tampoco no podemos saber lo que vamos a perder, asi lo citó Borges en el video que colgué en mi blog y lo recuerdo bien, ya para terminar.
Y como tú bien afirmas del buen Georgie, debería decir: "nuestra vida es un laberinto gobernado por el azar" Y en efecto asi como en 1986, por un cáncer hepático murió Borges, el maestro, así creo que yo moriré, el joven aprendiz.
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