David Alonso De la Cruz

sábado, 7 de febrero de 2009

Un giro radical... revelando mi interior

Lineas y otros apuntes (memoria en la clandestinidad)


-Carta para el Hijo que no Tengo-



Espero en realidad, Estephano, que te guste el nombre que te voy a poner. Lo elegí porque así se llamó nadie acá y porque me parece genial poder decirte Estepha delante de mis amigos (o sea, todos tus tíos de cariño). Espero en realidad, compadre, que me seas sincero; es decir, sé que eventualmente me mentirás para salvarte de un coscorrón, pero trata –por lo menos trata– de mirarme como a uno de tus amigos, porque de hecho tú vas a ser uno de los míos, y más te vale que te vaya gustando esa idea.
Espero en realidad, que no seas llorón, ni heredes mi ridícula estatura, pero eso sí: ay de ti que no salgas con un bonito lunar como el que yo tengo siquiera en la espalda. Espero en realidad también que seas fanático del futbol y seas hincha de ‘ALIANZA LIMA FC’ y me acompañes a verlos aunque sea por la TV con arto bocaditos que nos preparé tu mamá por la tarde sino al menos al estadio algún domingo. Si quieres, hasta compro un palco en el Monumental para reirnos en las propias caras de las gallinas cuando pierdan en su casa. Todo con tal de que no empieces con la mariconada de que prefieras tocar la guitarra o te guste la natación o, peor, el ciclismo. Lo único que podría gustarte más que el futbol es el tenis, porque así podría comprarte un par de raquetas –como hacía con tu tio Mr. Gordillo– y entrenarte para que seas un eximio tenista del barrio (o en el Law tennis, lo mismo daría al fin y al cabo). Espero en realidad, hijo, que tu primera borrachera te la pegues conmigo: sería marravilloso que nos vayamos de juerga juntos y regresemos de madrugada, y tu mamá nos esté esperando molesta y en bata con la zarten por el mango. Más te vale que me hables de sexo y de drogas con la naturalidad con que me podrías hablar, no sé, del colegio o del perro samoyedo que supuestamente te voy a obsequiar cuando cumplas los 8 años.
Espero en realidad, hijo mío, que no me vengas con la pendejada de que tienes alma de Emo o subte o dragqueen o gótico o Punk. Te reventaría la cresta de un par de cocachos, por decir lo menos. Espero en realidad, Estepha, que no seas escritor ni mucho menos periodista. Desde que tengas dos años, en vez de leerte esos calzonudos cuentos de hadas como Cenicienta, te voy a leer teorías de Economía y Medicina, profesiones rentables que te harán millonario. Ya me lo agradecerás.
Pero sobre todo, hijo, espero en realidad que nazcas algún día, porque aunque no se lo digo a nadie, ni a mi sombra ni a tu madre (que, como tú, aún no tiene el desagrado de conocerme todavía) hay algunas noches en que me miro al espejo, parado en el medio del silencio de esta paupérrima soledad y pienso en tu Tia-abuela Vitita, y sospecho que yo, francamente, también podría ser algún día un papá de puta madre.