“Mujer oriental sobre campos de Osaka”
En los confines orientales donde Saga la Diosa te acobijo,
eras la codicia del más blanco de todos los marfiles;
este es el sacro recinto,
donde todo un ejercito druso cayó rendido ante tu oriental presencia.
¿Recuerdas a la diosa Annabel de la lejana Vinländ?
Tu belleza creada a imagen de una Diosa manchuría,
encandiló hasta los búcaros de agua fresca, tu cuerpo suave,
cálido como leche de reno apetece hasta al más sosegado mozalbete
¡Tus pies finos cual exótico encanto!
Y tu cadera consentida de niña invita a la profanación,
por lamer con sed de guerrero samurai,
tu clítoris de porcelana oriental,
tu espesa cabellera azabache sobre esos dos firmes senos
que se abanican con sensatez son esclavos de tu gloria.
Como cazadora de Endor,
caminas alta y esbelta, siempre a punto,
mientras yo aquí heme entonando el himno oriental que te lleve a la victoria.
¿Quién, sino yo?.
“No se es cuestión de ti”
No es cuestión de lo que percibe mis sentidos,
ni de tu cuerpo, ni tu piel, ni tu pubis,
ni tus mirada penetrante;
ni ese lugar secreto que los dos conocemos húmedo y febril de mis besos.
No es tu boca, ni cuestión de tu dulce paladar,
¡Que es igual que tu sexo implacable!
ni la fusión exacta de tus turgentes pechos,
ni tus caderas silenciosas y amplias,
ni la tersura de tu espalda,
ni tu ombligo del cuál beberé saciado hasta la locura,
ni tus tobillos perfectos, simétricos dorados,
ni siquiera tus muslos duros como el atardecer ni tus manos de marfil oriental,
ni tu cabello, ni tu olor.
¡Nada!. No es cuestión de tu mirada,
ni las ojeras que te deja el sueño,
cuando me dejas entrar en ellos,
ni es tu lengua de víbora tampoco,
con la que me harás heridas luego,
cual flecha de avispa en el aire ciego ni la humedad caliente de tu deseo.
No es cuestión de ti, ni de robarte un beso.
Ni una gota, ni un bálsamo, ni un momento.
Es sólo este lugar donde estuviste,
y te me reflejaste como un espejo con la claridad de la sensatez y de mis brazos tercos.
Escrito frente al lago Mälaren al Sur de Vasterås, Suecia. Tras una “Epifanía” febril en pleno otoño escandinavo, (fines de Octubre año 1996).
“Oda en La menor”
¿Y en que época floreció esa pasión?
Fue ya antes, mucho antes ¿Y cómo creció el amor?
Fue durante el otoño estival,
con él maduró el mundo agónico en sus quimeras tristezas.
Yo no le aguardaba,
ya; sin embargo llegaste alegre,
sobre el hilo de un número desconocido,
ligeramente desconcertada pero ligeramente feliz,
por la intuición de devolverme la llamada.
Resbalando en lo blando del tiempo,
y entre sus estrechas curvas femeninas,
contemplé la blancura de su piel como la nieve de Öland.
¡Que hada más hermosa!
me pareciste aún, vívida, inmaculada,
sonriente con la timidez desbordada en esos hoyuelos
como reflejar quisieran las nubes de un cielo nipón,
taciturna, frente a la luna enmudecida,
aún niña, prematura en el crepúsculo ladino,
graciosa en aires dorados;
cómo tú no hay dos acordes rítmicos que fluyan,
el azul rubor, como un beso oculto entre el carmesí,
con dientes marfil desvelando amor impaciente,
doy las gracias por llegar así; abobada y ardiente.
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