- Jacinto Benavente-
Estuvo conmigo en muchos lugares extraños, hasta los más inverosímiles huecos húmedos, cuando no sólo mi dedo, un par de ellos, mi mano completa y la muñeca con el reloj pulsera resistente al agua, pude certificar que también era resistente a la húmedad intima de las adolescente danesas y suecas, porque allá arriba donde vivía en el extremo circulo polar artico, habían danesas tan ardientes como una pucallpina. Incluso hasta el día de hoy, ya en Lima, muchos años después, más una década completa viviendo en Lima; conocí de la manera más tonta; a un tipo que con el transcurrir del tiempo se hiso muy amigo mío. Alfredo Guerra, por que al igual que su apellido; "Guerra" siempre mostró ser un guerreador en su vida cotidiana, sacrificado y abnegado compañero de juergas y nocturnas escapadas barranquinas; apareció repentinamente como enviado por un Dios Nórdico, fué como un bohemio atormentado hecho ángel sin alas y como amigo me lo demostró esos días 16, 17 y 18 de septiembre del 2010. Cuando absolutamente nadie de los que me frecuentaban o estaban cercanamente a mi, fueron a verme cuando me internaron en esa clinica costosísima de la Avenida La Marina, en San Miguel y me desperté al cuarto día de haber estado incosciente, y perder parte de la mobilidad de mi brazo izquierdo, Alfredo Guerra B. Con "B" de BUENO, estuvo allí con mis dos únicas hermanas apoyándolas a cuidar de mi, mientras me hallaba inconsciente y los médicos tomándome un par de tomografías para ver si había algún daño cerebral que pudiera complicar mi repentino desvanecimiento esa noche de jueves...
Gracias a Dios y a mi fortaleza, sólo perdí la mobilidad y sensibilidad de mi brazo izquierdo tras la caida estrepitosa que tuve en el pasadiso del segundo piso de mi hogar esa noche del 16 de Septiembre, cuando me enteré de algo horrible que me enviaron a mi "servidor de correo" y tras una llamada por fono, no soporté más y creo que mi cabeza explotó, en medio de la soledad y tristeza. Pero Alfredo, estuvo allí, llamando y haciéndose presente, viviendo en Surco se venía hasta mi casa todas las tardes desde el día que me lo presentó, su amigo; el mongo de Pepé, un avaro y tacaño "conocido" que sólo atinó a llevarme a su esquizofrenica "agarre", "pasatiempo" para según este, aconsejarme ella de su mala vida y experiencias en el campo del amor. Ni aún mi amigo de la infancia y del colegio; "Gustrago" (así le deciamos porque todo lo ve TRAGO) en realidad Gustavo era un buen hombre muy maduro y capaz de vivir solo y afrontar la vida como le venía en gana, pero sólo se preocupaba por mi higado cuando estaba bien, simplemente para ir a tomar cervezas y vinos, en la casa de esa cerda de mierda que tenía como mujer, un atorrante pisoteado y titere de pacotilla apellidado Vizcarra, ó simplemente la mujer déspota nos invitaba "mañosamente" a almorzar, pero para despreciarla, él se venía a mi casa y luego de comer algo; tomar vinos que comprabamos en el Queirolo mucho más baratos como ella los vendía, mientras veiamos peliculas en blue-ray. Así era mi amigo Gustavito; aunque al día siguiente me timbrara a mi celular para preguntar no por mí, sino por como se encontraba mi higado.
Pero Alfredo Guerra, como amigo se portó bien y no supe como agradecerle todo lo que nos ayudó, mientras inconciente yo, soñaba que todo estaba bien en mi vida, incluso viéndome salir de la oficina de INVANDRAVERKET donde laboraba y mi trabajo diario consistía en leer obras literarias en la biblioteca de la "Komuna" y luego editar el resumen en la oficina para la editora quincenal subencionada por la monarquía Sueca, tranquilo, sereno, con mis amigas noruegas, rusas, mi "causita" Mr Guely Jones y el amor irreverente de María Spolander la sueca adolescente; pero cuando desperté al cuarto día, regresando a la irracional vida real mía, me di cuenta que seguia soltero, sólo, abandonado y siendo Don Cornelio el príncipe de los cachudos.
Esta tarde, tuve la duda de como agradecerle por todo lo que hiso Alfredo, pero no tenía la menor idea de agazajarlo, felizmente se venía su cumpleaños, asi que una semana antes de su onómastico; festejamos EL AÑO NUEVO entre los dos, como si fueramos dos chiquillos de catorce años con una terrible enfermedad terminal que nos faltaban pocos días de vida (realmente nos la pasamos genial, tomando gaseosa y tirando al aire los confetis y serpentinas de colores para adornar mi casa vacía, y así alegrarme la tarde, y nos embutimos muchas galletitas de vainilla con mermelada de fresa y galletas de soda FIELD con mantequilla e inflamos globos de diferentes formas y tamaños, al ritmo The doors; "Riders on the storm"). Él me hiso olvidar que hacia tan sólo dos meses antes, iba a terminar en el Hospital Victor Larco Herrera de Magdalena, internado, sedado y atado bajo extricta supervisión médica, por mis constantes depresiones y temblores generales de mi cuerpo, del mismo modo como terminó la vida de la hermosa actriz Frances Farmer, con un lobúlo cerebral extirpado, para evitarle el sufrimiento que padecía, por su esquizofrenia agudizada, recordé la tarde lluviosa en París, cuando ví a esa adolescente francesa en la tienda de videos y decidí desempolvar el relój que motivó su compra. Afortunadamente; el día anterior a su cumpleaños, el miercoles 10, por la noche tomé la decisión de legarle a Alfredo, el reloj que me acompañó por tanto lugares de Europa, en todo ese tiempo vivido allá. Y mientras lo envolvía con cuidado en una cajita azul, recordaba a mi amigo Olaya Cotera, que perdí su amistad por culpa de un ronroñoso vago e inutíl ex compañero de la escuela, por sus chismes baratos de "mujerzuela de cantina", al que Gustavo, y otros compañeros le llamabámos con el sobreapodo de "Mr. Kión", porque su volúmen y aspecto a pesar de tener la misma edad que nosotros, lucía con la apariencia de un viejo decrepito de 60 años. Y asi recordaba, mientras envolvía en papel de regalo, mi reloj Parisino hecho en Suiza. Alegre, pobre pero feliz de terminar mis días aquí en el país que tantas cosas me ha dado y quitado. Sensible, sentimental, emotivo, pero humildemente honrado capaz de ser bendecido por el Señor, con amigos como Alfredo Guerra B, con "B" de bueno.


