David Alonso De la Cruz

lunes, 9 de julio de 2012

Literaturas germánicas medievales

Literatura Escandinava


De las literaturas germánicas medievales la más compleja y rica es incomparablemente la escandinava. Lo que al principio se escribió en Inglaterra o en Alemania vale, por que en buena parte, prefigura, ó porque imaginamos que prefigura, lo que se escribiría después; en las elegías anglosajonas presentimos el movimiento romántico y en El Cantar de los Nibelungos los dramas musicales de Wagner. En cambio, la antigua literatura nórdica vale por cuenta propia; quienes la estudian pueden prescindir de la evocación de Ibsen o de Strindberg. Esta literatura se produjo en Islandia, principalmente; conviene conocer las razones históricas que hicieron de esta isla remota, la Ultima Thule de los romanos, la salvación y el último refugio de la antigua cultura pagana.
A fines del siglo IX, Harald Harfagar Harald del hermoso cabello, señor de uno de los treinta cantones en que estaba dividida Noruega, quiso tomar por esposa a la hija de otro pequeño rey. Ella le dijo que no se casaría con él hasta que él no hubiera hecho de Noruega un solo reino. Harald juró no cortarse el pelo ni peinarse hasta haber sometido todos los reinos y al cabo de diez años de guerras no quedó en Noruega otro rey y Harald recordó su juramento - escribe Snorri Sturluson- y mandó que uno de sus condes le cortara el pelo y fue apodado Harald Harfagar y se casó con la ambiciosa muchacha. Harald tuvo, por lo demás, otras mujeres, porque la poligamia era privilegio de las casas reales de Escandinavia.
Para no soportar su tiranía, muchos noruegos emigraron a Islandia. Llevaron armas, herramientas, útiles de labranza, hacienda, caballos. Fundaron una especie de república, gobernada por una asamblea general, el Althing. El país era pobre; la agricultura, la pesca, la piratería fueron las ocupaciones comunes. No eran incompatibles; ser un pirata, ser un viking, era cosa de caballeros. Ya existían reinos escandinavos en Irlanda y en Rusia; en el siglo X, Groenlandia fue descubierta y colonizada por navegantes de esta estirpe; en el siglo XI descubrieron el continente americano. América recibió el nombre de Viland (Tierra de Viñedos, Tierra de Vino); Groenlandia (Gronland, Tiera verde) tal vez se llamó así para atraer colonos. Se creyó que estos países eran parte de Europa y el descubrimiento de América no tuvo mayor importancia.
Diseminados por el mundo se encuentran epitafios de vikings, en piedras rúnicas. Uno es así:

Tula erigió esta piedra a la memoria de su hijo Harald, hermano de Ingvar. Partieron virilmente, fueron muy lejos y saciaron al águila en Oriente. Murieron en el sur, en España.

Otro dice:

Que Dios se apiade de las almas de Orm y de Gunnalaug, pero sus cuerpos yacen en Londres.

En una isla del Mar Negro se halló el siguiente:

Grani erigió este túmulo en memoria de Karl, su compañero.

Este fue grabado en un león de mármol que estaba en el Pireo y que fue trasladado a Venecia:

Guerreros labraron las letras rúnicas.... hombres de Suecia lo pusieron en el león.

Los fundadores de Islandia eran exiliados; distrajeron sus ocios con juegos atléticos y su nostalgia con las tradiciones de la estirpe. Inventaron un deporte singular, que no se ha dado en el resto del mundo; la riña de potros, que peleaban a coces y dentelladas, a la vista de las yeguas.
Produjeron una vasta literatura, en verso y en prosa. A diferencia de lo que pasó en reinos de Inglaterra y de Alemania, la nueva fe cristiana no enemistó a los hombres con la antigua. Esta fue siempre parte de su nostalgia.
Se refiere, así, que a la corte de Olaf Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El Rey le preguntó si sabía hacer algo; el forastero contestó que sabía tocar el arpa y contar cuentos. Tocó en el arpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnan y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que las tres parcas vinieron, que dos de ellas le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado" Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia; el forastero repitió que era cierta, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.

"LITERATURAS GERMÁNICAS MEDIEVALES" - Jorge Luis Borges. Edic. Alianza Editorial EMECE. Tercera Edic 1995.


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