David Alonso De la Cruz

domingo, 1 de junio de 2008

El filo peligroso de las vidas americanas



Nip/Tuck 4º temporada


Mientras glorifica la perficción clásica, la cuarta temporada de Nip/Tuck no ahorra golpes bajos para demostrar que nuestra cultura se ha convertido en un travestismo bizarro. Nada ni nadie es lo que parece y, detrás de cada belleza, se oculta un padecimiento.
Por David Alonso De la cruz




Cuando el alma existía, el cuerpo era visto como un aliado del demonio. Durante un milenio, nuestra carne –con sus urgencias desordenadas y sus deseos insistentes– fue sometida para que el espíritu pudiera imponerse. Ser bueno, por entonces, significaba mortificar el cuerpo; no ceder a sus tentaciones. Pero con el advenimiento del mundo moderno a fines del siglo XVIII, eso cambió radicalmente. Después de un par de siglos de lucha, el alma se esfumó de nuestro horizonte cultural y ahora su único recuerdo es una culpa ubicua, sin motivo y sin redención. No nos queda nada más que nuestro cuerpo y sus delirios. Mejor dicho: ahora sólo “somos” nuestro cuerpo, sin más. La serie Nip/Tuck narra esa epopeya.
Con una estética cool y trash a la vez, Nip/Tuck está centrada en la compleja relación de dos cirujanos plásticos: los doctores Sean McNamara (interpretado por Dylan Walsh) y Christian Troy (a cargo de Julian McMahon). En su mundo (tan parecido al nuestro, aunque más lujoso) reinan la envidia, los dramas personales, el crimen y la lujuria. Allí toda emoción es extrema y roza siempre la violencia.
En la temporada anterior, la serie había virado hacia el género policial al presentar un violador serial que atacaba tanto a hombres como a mujeres y que se ensañaba con Sean y Christian. En esta temporada, Nip/Tuck ha retomado el espíritu que la caracterizó en sus comienzos: ser una paradójica comedia de situaciones que da cuenta del bizarro drama de nuestra época.
Después de una conflictiva separación, Sean y Julia (interpretada por Joely Richardson) han vuelto a vivir juntos y tienen un nuevo niño, quien padece una discapacidad. Christian, el mujeriego que no puede amar a ninguna de sus parejas, está preocupado por su sexualidad: la psicóloga que consulta (interpretada por Brooke Shields) pone el dedo en la llaga cuando le sugiere que quizás esté enamorado de su amigo y colega. Matt (John Hensley), el hijo biológico de Christian y Julia (aunque criado como tal por Sean) quiere ingresar a la Cientología. La hija menor de Sean y Julia siente repulsión por el hermanito recién nacido. La anestesista lesbiana Liz Cruz (Roma Maffia) se pone, sin saberlo, en el centro del conflicto cuando malinterpreta unas caricias entre la nueva dueña de la clínica y otra mujer.
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Todos los personajes de Nip/Tuck viven en crisis. Crisis de crecimiento o crisis terminal: nunca en paz; siempre en conflicto. Es ese estado de tensión constante el que sostiene la trama. Como en la vida misma (como en las representaciones que tomamos por “la vida misma”), en esta serie nada ocurre sin que su opuesto también suceda: la esperanza de un nuevo hijo se acompaña del dolor por su discapacidad; el éxito material y el goce sexual vienen en compañía de la soledad y el hastío; la amistad no se sostiene sin enfrentamiento.
A la vez que glorificación explícita de la belleza clásica, Nip/Tuck es salvajemente irónica respecto de ese ideal: se regodea en mostrar violencia al que se somete un cuerpo cuando se le realiza una cirugía estética para embellecerlo y no se priva de poner en pantalla todo tipo de deformaciones y monstruosidades físicas. Detrás de cada rostro hermoso hay una historia de padecimientos. Lo que la serie devela –sin hacerlo nunca totalmente explícito– es que el travestismo es el núcleo oculto del sentido de nuestra cultura: travestismo visible en los que pasan de un género sexual a otro, y travestismo invisible de todos los demás, los que se construyen una imagen ante los otros y ante sí mismos, aunque sin decirlo (y, a veces, sin saberlo).
La cultura contemporánea, no sólo ha desvanecido el alma, sino que ha transformado el cuerpo en una arcilla que está siempre en obra. A través de dietas (que adelgazan o engordan, purifican o intoxican), de cirugías, de cremas, de prótesis, de pastillas, de gimnasia y deportes, el cuerpo –lo único que nos ha quedado de lo que alguna vez fuimos– está en cambio constante. Lo que Nip/Tuck pone en escena es ese frenesí que nos destruye y nos constituye: esa inestabilidad que ahora somos.

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